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lunes, 2 de enero de 2023

Reflexiones sobre el trabajo con sentido

 Reflexiones sobre el trabajo con sentido[1],[2]

Por Ted Kaczynski

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Previamente, en alguna otra parte de mis notas, dije que, en mi opinión, la razón por la cual el hombre moderno es tan dado a la frustración y a otros problemas emocionales es que en la sociedad tecnológica vive una vida que es sumamente anormal; en comparación con la vida a la cual ha sido adaptado por la evolución, es decir, la vida de un cazador-recolector. Sigo manteniendo esta opinión; pero queda abierta la cuestión de qué factores de la sociedad moderna constituyen las fuentes más importantes de los problemas psicológicos. Hasta la fecha he llegado a la conclusión de que los dos problemas principales son (A) la ausencia de un propósito real en la vida y (B) la falta de autonomía personal. Creo que para la mayoría de las personas que están insatisfechas con la sociedad moderna, el factor más importante es con mucho la ausencia de propósito; sin embargo, pienso que para ciertos individuos, entre los que me incluyo, la falta de autonomía personal es más importante (aunque ambos problemas no son completamente independientes).

De lo que trataremos aquí es del problema del propósito. A continuación haré una serie de afirmaciones que no están probadas. No tengo una certeza absoluta de que todas estas afirmaciones sean correctas, pero con el fin de evitar ser pesado omitiré por lo general frases como “en mi opinión”, “yo creo que”, y similares, que normalmente usaría para indicar que mis afirmaciones no están probadas. Asimismo, los siguientes comentarios están pensados para ser aplicados sobre todo a los hombres. No estoy seguro de hasta qué punto son aplicables a las mujeres.

La mayoría de las personas, para poder tener una vida plena[3], necesitan (en mayor o menor medida dependiendo de cada individuo) esforzarse por algo que tenga sentido.[4] Nótese la expresión “que tenga sentido” –la persona debe sentir que su actividad no es meramente un juego. Resolver crucigramas, por ejemplo, requiere un esfuerzo pero no puede constituir la base para una vida plena, ya que la actividad carece de un propósito externo a sí misma –se lleva a cabo con el único objeto de tener algo que hacer. Lo mismo vale para los juegos y entretenimientos en general. Lo que se necesita es un trabajo con sentido que requiera una cantidad razonable de esfuerzo y autodisciplina.

Es probable que a la mayoría de la población de la sociedad moderna (o sea, a las personas que son más o menos normales pero que no necesariamente tienen vidas satisfactorias) muchos o la mayoría de sus problemas emocionales le resulten molestos solamente a causa de la falta de auténtico sentido. Un hombre que tiene un propósito y siente que está teniendo éxito a la hora de lograr su propósito, normalmente tendrá la moral alta, y cuando se tiene la moral alta, las dificultades (sean físicas o psicológicas) son fáciles de soportar. Normalmente, cuando el trabajo de un hombre esté yendo razonablemente bien y él crea en el valor de dicho trabajo, sus sentimientos de culpa, sus problemas sexuales o los conflictos con su esposa no le parecerán demasiado importantes. Será capaz de soportar esos sentimientos y otras penalidades con alegría. Sin embargo, un hombre que carezca de propósito tendrá una moral baja y sentirá un vacío en su vida. Es muy probable que se obsesione con sus problemas, y puede que aquellos problemas que a un hombre con una moral alta le parecerían triviales a él le hagan sentirse seriamente incómodo.

En la vida cazadora-recolectora, el propósito más importante que sirve de motivación para el trabajo es procurarse lo necesario para vivir y algunas comodidades mínimas. Sobre todo el alimento. Aquellos que no conocen ese modo de vida tienden a asumir que es miserable y basan su opinión en motivos de los siguientes tipos: (a) el trabajo de los cazadores-recolectores es monótono; (b) su trabajo no requiere inteligencia; (c) el objeto de dicho trabajo es puramente materialista, por tanto carece de “valores elevados” y es insatisfactorio; (d) el producto de dicho trabajo (la cantidad de alimento obtenida, etc.) es muy escaso, de modo que el cazador debe encontrar desalentador su trabajo; (e) los cazadores viven al día y no tienen propósitos a largo plazo.

En base a mi prolongada experiencia personal en llevar una vida en el nivel de la subsistencia, afirmo que los argumentos anteriores se basan en una total falta de comprensión de la psicología de la vida cazadora. Mi principal propósito aquí no es defender la caza-recolección como forma de vida;  No obstante, comentaré uno a uno los puntos mencionados (del (a) al (e)), ya que su discusión implicará ciertas comparaciones instructivas entre el trabajo primitivo y el trabajo en la sociedad moderna.

(a)  “El trabajo de los cazadores-recolectores es monótono”. La caza en sí misma no suele ser monótona (aunque puede llegar a serlo en determinadas circunstancias) y suele implicar desplazarse por el territorio, en lugar de trabajar siempre en un mismo lugar. Por otro lado, el trabajo de algunos cazadores es de hecho monótono (por ejemplo, recoger bayas, cavar para extraer raíces o ablandar las pieles de los animales). La monotonía no es lo ideal, pero (para cualquiera que esté acostumbrado a ella) la monotonía no elimina el valor del trabajo ni impide que éste resulte satisfactorio.

Al principio, cuando acababa de venir a vivir al bosque, encontraba pesada la monótona tarea de arrastrar troncos hasta la cabaña y cortarlos para leña. Sin embargo, me acabé acostumbrando a este trabajo y ahora siento que realmente contribuye a la plenitud que obtengo con este modo de vida. Esto no significa que sienta placer alguno al realizar esa tarea. Lo que significa es que, aunque el trabajo sea monótono, no me aburre, porque tiene un sentido. Y cortar una carga de leña me aporta una sensación de logro –no de orgullo por mi capacidad (cualquiera que no sea un inválido puede cortar leña), sino simplemente un sentimiento de que he hecho algo “valioso”. Cuando digo “valioso” no me refiero a ninguna noción filosófica abstracta acerca del valor del trabajo ni a cualquier otro sinsentido por el estilo. El logro es valioso única y exclusivamente porque es mi único medio de satisfacer mi necesidad física de combustible para el invierno. Si yo tuviese un montón de dinero y no necesitase ahorrarlo, no cortaría mi propia leña. No tendría ningún sentido hacerlo. No se obtiene ninguna satisfacción de cortar leña sin necesidad. Por tanto, si yo fuese rico, me estaría perdiendo la satisfacción que proporciona este tipo de trabajo con sentido.

Permítaseme comparar esto con mis sentimientos respecto a las matemáticas. Yo resolvía problemas matemáticos que carecían de aplicaciones prácticas; y aunque hubiesen tenido aplicaciones prácticas, eso no cambiaría nada en realidad. Incluso si alguna empresa de ingeniería hubiese usado mis teoremas para algún propósito, dichos teoremas seguirían sin tener ninguna utilidad personal para mí, ni para mi familia o amigos. 

La investigación matemática era variada e interesante. Era apasionante. Parte de ella requería que yo utilizase al máximo mi capacidad intelectual, y cuando resolvía un problema difícil, era recompensado con una intensísima gratificación de mi ego. Sin embargo, a medida que iba haciéndome más mayor, me iba sintiendo cada vez más agobiado por una sensación de falta de sentido[5] en el trabajo. Cada vez que resolvía un teorema, me recostaba en mi asiento y pensaba en ello, y me decía: “¿Y bien? ¿Qué me aporta esto? Ahora me pondré a trabajar en otro problema. ¿Pero para qué?” Por tanto, al final me acabé aburriendo de las matemáticas.

Las matemáticas, la música (escucharla, tocarla, componerla), la lectura (literatura ligera, seria, de ficción, de no ficción), coleccionar monedas, ver la televisión… todo esto acaba aburriendo.

Otro ejemplo: yo cazo liebres de raquetas[6] en las mismas zonas una u otra vez. Es un trabajo muy duro, ya que por lo general las liebres deben cazarse en pendientes pronunciadas. La emoción asociada a las primeras cacerías hace ya mucho que desapareció. Sin embargo, aún disfruto cazando liebres (que es más de lo que normalmente puedo decir de cortar leña) y, al igual que me sucede con cortar leña, la caza de liebres sigue aportándome una satisfacción continua e importante. Si no fuese por el hecho de que pasar sin su carne constituiría una penuria física real, hace mucho que me habría aburrido de cazar liebres.   

(b) “El trabajo de los cazadores-recolectores no requiere inteligencia”. Algunos aspectos de la vida cazadora requieren poca inteligencia. Otros aspectos requieren el uso de nuestra inteligencia al completo (la evolución no hizo que el gran cerebro del hombre se desarrollase para nada), pero es una inteligencia de un tipo diferente de aquel que es más importante en la sociedad moderna. El tipo de inteligencia más apreciado y más útil en una sociedad organizada es la capacidad de razonamiento abstracto verbal o razonamiento basado en la manipulación de símbolos. (Esta área de la inteligencia es mi fuerte). En la vida cazadora, es la inteligencia intuitiva la que es más importante, ya que el conocimiento y las destrezas requeridos son mayoritariamente de un tipo tal que sólo en parte puede usarse o transmitirse verbalmente.

Parece razonable conjeturar que el cazador-recolector promedio posee una cantidad de destrezas y conocimientos comparable a la que posee un ingeniero moderno, aunque sean destrezas y conocimientos de un tipo muy diferente. Sea como sea, parece probable que el cazador promedio posea habilidades y conocimientos mucho más organizados y útiles que los del hombre moderno corriente, dado que la mayoría de las personas hoy en día (incluidos los técnicos de bajo nivel) realizan trabajos que requieren sólo una cantidad limitada de habilidad o conocimiento y pocos son los que se interesan por profundizar en el aprendizaje de cualquier cosa que vaya más allá de lo que requieran sus trabajos.

(c)  “El objeto del trabajo de los cazadores es puramente materialista, carece de valores elevados y, por tanto, ha de ser insatisfactorio”. Esto es esnobismo intelectual. Hay que distinguir entre el materialismo de los cazadores-recolectores y el (llamado) “materialismo” de la sociedad moderna.

El materialismo de los cazadores está dirigido a la satisfacción de sus necesidades físicas vitales y a obtener algunas comodidades mínimas que en realidad contribuyen a su bienestar físico y a su felicidad. El “materialismo” de la sociedad moderna está dirigido a la acumulación de un exceso de lujos que contribuyen muy poco o nada al bienestar físico de las personas. Hay diversos motivos para esta acumulación de lujos: el deseo de estatus social; la necesidad de distracciones y diversiones constantes que existe en la sociedad moderna (nótese cuántos de nuestros lujos son en realidad juguetes –es decir, están diseñados para el entretenimiento-); la satisfacción artificial de necesidades psicológicas que se hallan inhibidas de otros modos (por ejemplo, conducir una motocicleta potente aporta una falsa sensación de poder); y además está el hecho de que hacer compras es en sí mismo una forma de entretenimiento. Obsérvese que, en cada uno de estos casos, los bienes materiales son comprados como medios para lograr unos fines psicológicos, no físicos. En algunos casos, los bienes materiales se codician con el fin de aliviar las pocas incomodidades físicas que aún quedan en la sociedad moderna, pero la inmensa mayoría de los productos modernos son deseados mayormente debido a los efectos psicológicos que se obtienen por medio de ellos. En este sentido, el “materialismo” moderno es algo bastante diferente del materialismo de los primitivos.

Sugiero que el desprecio de los intelectuales hacia el “mero materialismo” es  debido al hecho de que la mayoría de ellos siempre han tenido la oportunidad de adquirir cosas materiales en abundancia y con un esfuerzo mínimo. Tomemos el alimento como ejemplo. El intelectual tiene prácticamente asegurado su suministro de comida por parte de la sociedad organizada; su paladar es saciado con manjares de todo tipo, los cuales hoy en día son algo normal para todo el mundo. En consecuencia, sólo obtiene un placer limitado y superficial de la comida, así que ve la comida como un placer vulgar y superficial que no aporta ninguna satisfacción profunda.

Sin embargo, cuando no se puede dar por sentada una buena nutrición y cuando una buena comida es el resultado de un esfuerzo real, entonces el alimento resulta realmente satisfactorio; también para el alma. El disfrute que obtienen del alimento los cazadores no es sólo físico, sino psicológico, e implica no sólo la comida en sí, sino el proceso mediante el cual ésta es adquirida –el esfuerzo y la autodisciplina que conlleva cazar la carne y recolectar las bayas, así como ciertas satisfacciones (que podríamos llamar estéticas) que están relacionadas con tener contacto con la naturaleza y que probablemente sean instintivas en los seres humanos. Si los intelectuales llevasen esta forma de vida (el tiempo suficiente como para acabar adaptándose a ella), quizá no despreciarían su materialismo.  

Es cierto que, aunque las actividades de la caza y la recolección sean en sí mismas materialistas, los cazadores-recolectores normalmente tienen otras actividades de índole artística y espiritual. No obstante, parece que las preocupaciones artísticas y espirituales de los cazadores tienden a girar en torno a sus preocupaciones materialistas. Por ejemplo, los animales y plantas representados en sus dibujos tienden a ser aquellos que usan como alimento. Se puede afirmar que, más que reducir el valor de su vida espiritual, esta orientación materialista en realidad lo aumenta. Los aspectos físicos, sociales, espirituales y de otro tipo propios de la vida del hombre primitivo tienden todos ellos a juntarse en una totalidad unificada. Los diversos aspectos de la vida del hombre moderno tienden a estar desconectados entre sí y separados en compartimentos: no experimenta su alimento como el resultado directo de su trabajo; el arte a que se ve expuesto de forma habitual no representa su trabajo diario; a menudo las personas con quienes mantiene relaciones sociales no son aquellas con quienes trabaja; etcétera.  

Antes de venir a vivir al bosque, nunca hacía dibujos, salvo para realizar caricaturas humorísticas. Sin embargo, después de llevar en los bosques el tiempo suficiente como para que este entorno entrase en mis venas, por así decirlo, comencé a sentir interés en dibujar o tallar representaciones de aquellos animales con los que tenía más contacto. Mi principal fuente de carne, y el animal cuya caza se me daba mejor, era la liebre de raquetas; y precisamente era el animal que más me interesaba dibujar. La liebre de raquetas tenía un significado psicológico especial para mí y, en mi deseo de representarla, sentía que de algún modo entendía los motivos de los antiguos cazadores que dejaron sus bellos dibujos de animales en las paredes de las cuevas.

(d)  “El producto del trabajo de los cazadores es tan escaso que deben encontrar su trabajo desalentador”. El producto del trabajo de los cazadores puede parecernos escaso, pero ellos normalmente obtienen lo que necesitan para vivir (de otro modo el hombre no habría sobrevivido). Eso es todo lo que ellos esperan y a lo que están acostumbrados; de ahí que a ellos ese producto no les parezca tan escaso.  

Visto de otro modo, el producto del trabajo de los cazadores es mucho mayor que el de los trabajadores modernos. Debido a que el trabajo de los cazadores supone la diferencia entre la supervivencia y la muerte por inanición, el producto  de su trabajo es nada menos que la propia vida. El producto del trabajo de los trabajadores modernos es sólo un montón de juguetes, tales como televisores, aparatos de aire acondicionado y cosas similares, que son lo que compran con su salario.

(e)  “Los cazadores viven al día y carecen de propósitos a largo plazo”. Probablemente esto sea cierto en gran medida.

Cuando era adolescente a menudo soñaba despierto con vivir como un cazador-recolector. En mi imaginación, la cantidad de trabajo necesaria para conseguir mi alimento en ese modo de vida no me parecía suficiente para llenar mi vida, y me imaginaba planteándome propósitos artificiales a largo plazo –por ejemplo, construyendo sistemas de puentes primitivos sobre arroyos. No es que yo pensase que necesitaría los puentes, sino que pensaba que necesitaría un propósito a largo plazo. 

Ahora, habiendo tenido la experiencia de tener que cazar para obtener carne, recoger hierbas y bayas, cortar leña, etc. por pura necesidad práctica, aquellos propósitos artificiales me parecen tonterías. Descubrí que cuando sales a cazar sabiendo que, dependiendo de si tienes éxito o no en la caza, puede que tengas carne para comer o puede que no, tu necesidad de trabajo importante y con sentido se ve plenamente satisfecha –no sientes ninguna necesidad de buscar una meta que se sitúe cinco o diez años en el futuro. Cuando tienes que esforzarte para procurarte las necesidades vitales, ninguna otra cosa parece tener tanto sentido e importancia.

La necesidad que existe en muchas personas civilizadas de un propósito a largo plazo y gran escala probablemente sea el resultado de la necesidad de agrandar nuestras metas en un intento de hacernos sentir que tenemos un propósito significativo. (Pero trabajamos durante años para lograr algo y, cuando lo conseguimos, la recompensa de algún modo parece ridículamente pequeña en comparación con el largo periodo de tiempo que nos llevó alcanzarla).

(Hasta aquí llega nuestra comparación del trabajo con sentido en sociedades cazadoras-recolectoras con el trabajo en la civilización).

Sugiero que nuestra predisposición biológica –el propósito que más o menos llevamos programado dentro de nosotros-  es perseguir objetivos físicos, materiales y prácticos. Sin embargo, el trabajo práctico es casi imposible hoy en día, ya que El Sistema se encarga de todos los problemas prácticos. El Sistema es tan vasto, que la contribución de cualquier individuo al trabajo práctico llevado a cabo por el sistema es insignificante. Por lo tanto, ningún individuo puede realizar un trabajo práctico significativo. (Este argumento está excesivamente simplificado, pero contiene una buena parte de verdad, e indica uno de los principales temas de este ensayo).

Esto (la predisposición a perseguir objetivos materiales y prácticos) puede ser en parte el motivo del llamado materialismo de la sociedad moderna. La mayoría de las personas persiguen la riqueza material porque para ellas la riqueza material representa una meta física y práctica. Estas personas no piensan acerca del hecho de que hoy en día la riqueza sólo aporta gratificaciones psicológicas, tales como entretenimiento y estatus social –que no son precisamente lo que llamamos objetivos prácticos. (Aun así, hay razones para sospechar que la mayoría sufren de una vaga sensación de falta de propósito que nunca se paran a analizar).

Hay algunas otras personas para quienes la falta de sentido asociada a la riqueza hoy en día es bastante obvia; estas personas aceptan ciertas metas artificiales que la sociedad establece –metas como el Arte, la Ciencia, el Humanitarismo, etc. Sin embargo, de nuevo, cabe sospechar que para la mayoría de estas personas tampoco sus metas artificiales resultan plenamente satisfactorias y que se sienten vagamente desasosegadas. Como en el fondo están aburridas, se obsesionan con sus problemas psicológicos y a menudo llevan vidas frustradas e infelices.

Ahora ya podemos desarrollar en detalle la tesis esbozada en los tres párrafos anteriores. Empezaremos discutiendo cierto rasgo psicológico.

Algunas personas muestran una mayor cantidad que otras de cierto rasgo psicológico que denominaré organización estricta. Si una persona tiene una mente estrictamente organizada, cada unidad de información que posee está estrictamente integrada dentro de sus pensamientos, sentimientos y comportamiento. Si una persona tiene una mente vagamente organizada, muchas de las unidades de información que posee no están bien integradas dentro de sus pensamientos, sentimientos y comportamiento. En una mente estrictamente organizada, las creencias o valores verbalmente formulados afectan fácilmente a los sentimientos y al comportamiento. Un hombre con una mente vagamente organizada puede profesar verbalmente ciertas creencias o valores, pero puede no establecer conexión alguna entre estas formulaciones verbales y sus sentimientos o comportamiento.

Lo ilustraremos con ejemplos:

1.     X cree en la ley y el orden. Si su mente está estrictamente organizada, tiene cidado de obedecer la ley él mismo. Si su mente está vagamente organizada, puede cometer un pequeño robo y no preocuparse jamás de la contradicción existente entre su creencia y su acción.

2.     X copia en un examen y obtiene una A.[7] Si X tiene una mente estrictamente organizada, no sentirá ningún orgullo por su nota, ya que sabe que no representa el nivel real de sus logros. Si X tiene una mente vagamente organizada, podrá sentirse orgulloso de su A aunque sepa que no representa el nivel real de sus logros.   

3.  X visita a una prostituta; ella hace una buena representación y se esfuerza en fingir de forma convincente que disfruta del acto, pero X sabe muy bien que ella sólo lo hace por el dinero. Si  X tiene una mente estrictamente organizada, su placer con la prostituta muy probablemente se vea mitigado por el hecho de que él sabe que que ella sólo está fingiendo. Si X tiene una mente vagamente organizada, el hecho de saber que la prostituta sólo está fingiendo puede que no afecte a sus sentimientos a la hora de tener relaciones con ella.  

4.  Supongamos que  cierto académico experto en filosofía acepta el principio conocido como el “criterio de verificabilidad” –o supongamos que, si bien no lo acepta completamente, al menos está de acuerdo en que para poder comprender totalmente una proposición debemos examinar en qué medida dicha proposición es “verificable”.

Al mismo tiempo, este académico puede que profese cierta ideología o principios políticos sin siquiera haber examinado dichos principios a la luz del criterio de verificabilidad.

Si su mente fuese estrictamente organizada, no habría omitido dicho examen.

5.    Un ejemplo que he visto por mí mismo: cierto matemático sentía intensamente que la música “seria” era muy superior a las formas “populares” de música. Intentaba justificarlo afirmando que el placer obtenido de la música popular por el “hombre corriente” es un orden de magnitud menor que el que obtienen los intelectuales a partir de la música “seria”. Sin embargo, carecía de evidencia alguna para apoyar esta afirmación. Simplemente estaba especulando. En el plano científico él nunca habría aceptado una afirmación tan poco fundamentada. Sin embargo, no parecía cuestionarse una afirmación semejante en su ideología personal.

Si hubiese tenido una mente estrictamente organizada, habría sido consciente de lo chapucero que era su razonamiento en este caso.

Confiamos en que estos ejemplos dejen bien claro a qué nos referimos con la distinción entre mentes “estrictamente” y “vagamente” organizadas.  

Planteamos dos argumentos:

i.       Si bien las personas más inteligentes suelen tener por término medio mentes más estrictamente organizadas, la experiencia común parece indicanos que existen unas pocas excepciones individuales. La inteligencia, por lo que parece, no está en absoluto rígidamente relacionada con lo estricta o vaga que sea la organización.

ii.     La organización estricta parece estar estrechamente relacionada con el carácter reflexivo, la introspección y la tendencia a reexaminar los procesos de pensamiento propios; pero no estoy seguro de que la organización estricta acompañe siempre a estas otras características. En cualquier caso, la organización estricta no es lo mismo que estas otras características. Por ejemplo, la respuesta estrictamente organizada  en el Ejemplo 3 no es lo mismo que ser reflexivo o introspectivo, o que examinar los procesos de pensamiento propios.

Estudiemos ahora el modo en que el carécter estricto del pensamiento está relacionado con el problema del propósito.

A.  (alpha) Considemos primero el caso de una persona que tenga una inteligencia por debajo de lo normal y una mente muy vagamente organizada. Supongamos que a este tipo se le asigna todos los días la tarea de apilar bloques de madera siguiendo una determinada configuración. Al final del día, su cuidador viene y echa abajo todas las estructuras de bloques apilados, de modo que al día siguiente nuestro imbécil tiene que volver a apilarlos todos de nuevo. Supongamos que este tipo no sea tan estúpido como para no darse cuenta de que con su trabajo no consigue nada. Aun así, es posible que pueda obtener alguna satisfacción de su trabajo: simplemente él pasa cada día felizmente absorto en su tarea y no se preocupa de pensar si ésta tiene algún propósito.

B.  (beta) A continuación tomemos el caso de un tipo con quien me topé una vez, el cual estuvo discutiendo conmigo sus ambiciones y me dijo que su expectativa era simplemente seguir aumentando sus ingresos indefinidamente. Cuando le pregunté por el motivo para hacer eso, él me respondió así: “¡He estudiado economía! Sé que los anhelos económicos del hombre nunca se ven satisfechos. No importa cuánto tenga, siempre querré más”. No hizo ninguna afirmación acerca de que el aumento infinito de la riqueza le aportaría felicidad o cualquier otro beneficio. Parecía en cierto modo darse cuenta de que el aumento indefinido de la riqueza era simplemente un tipo de juego al que juega la gente, sin tener ningún propósito externo definido. Sin embargo, ésto no le impedía dedicarse plenamente al juego y sentir así que tenía un propósito.

Γ.  (gamma) Para presentar otro ejemplo podemos tomar a cualquiera de los múltiples investigadores jóvenes en el campo de las matemáticas puras que yo conocí en los años 60. Estos tipos podían escribir un artículo tras otro, cada uno de los cuales era sólo de interés para un minúsculo grupo de especialistas de un área restringida de las matemáticas y ninguno de esos artículos tenía aplicación práctica alguna. En su mayor parte nunca pensaban acerca del propósito de todo ello. Si se les presionaba, podían decir que las matemáticas tienen valor “estético”. Por supuesto, el supuesto valor estético de la mayoría de los artículos que publicaban era accesible sólo para el reducido grupo de especialistas que tenían los conocimientos necesarios para poder leer dichos artículos. La cuestión obvia es, ¿por qué debía la sociedad pagar salarios elevados a estos tipos con objeto de que pudiesen gratificar mutuamente sus supuestas sensibilidades estéticas de un modo que no beneficiaba de ninguna manera al resto del público? Sea como sea, al igual que el subnormal que construye estructuras de bloques, estos tipos se dedicaban completamente a su trabajo y escribían artículos sin preocuparse de qué estaban logrando con ello, si es que lograban algo. Es de suponer que, si sus mentes hubiesen estado estrictamente organizadas, no habrían sido capaces de sentir una sensación de propósito en su trabajo sin antes plantearse alguna meta definida que perseguir.

Δ.  (delta) Ahora tomemos un ejemplo más complejo: un científico investigador cuyo trabajo tiene claras aplicaciones prácticas. Supongamos que describe su propósito así: beneficiar a la humanidad mediante la contribución al progreso tecnológico. (Para poder profundizar en el argumento, asumiremos en este caso que el progreso tecnológico beneficia a la humanidad).

Los seres humanos tienen un instinto que nos lleva a querer hacer el bien a nuestra propia familia y a nuestro círculo inmediato de amigos. Sin embargo, no creemos estar equivocándonos si decimos que los seres humanos no tenemos ningún instinto innato de querer hacer el bien a la humanidad en general, la cual consiste en enormes masas de extraños desconocidos a los que ni siquiera llegamos a ver jamás.  (Esta afirmación la confirma el hecho de que, hasta hace muy poco en la escala temporal histórica, casi toda la gente tenía la siguiente actitud: “Mi familia es lo primero, luego mi clan, luego mi nación, ¡y al diablo con el resto de la raza humana!”. No estoy criticando esta actitud; es natural e instintiva en los seres humanos).

Así pues, ¿cuál es el motivo del científico para querer beneficiar a la humanidad? Necesita un trabajo que realizar, y necesita sentir que ese trabajo tiene sentido. Decide beneficiar a la humanidad sólo para poder satisfacer su necesidad de trabajo con sentido. Sin embargo, esto significa que beneficiar a la humanidad no es su verdadero propósito –su verdadero propósito es simplemente satisfacer su necesidad de tener un trabajo que hacer. En otras palabras, está trabajando por el mero hecho de trabajar –su trabajo carece de un propósito externo a sí mismo. “Beneficiar a la humanidad” es sólo un propósito artificial que se ha puesto a sí mismo para poder sentir que su trabajo tiene sentido.

Ahora bien, puede que nuestro científico sea un hombre reflexivo y que sea consciente de todo lo que acabo de decir. Aun así, quizá sea capaz de dedicarse plena y alegremente a su trabajo y mantener la cuestión del propósito alejada de su mente. (De nuevo tenemos aquí al subnormal apilando bloques). Por otro lado, si nuestro científico tiene una mente muy estrictamente organizada, puede que el problema del propósito esté siempre demasiado presente en su consciencia como para permitirle sentirse contento con su trabajo.

La discusión anterior es una hipersimplificación y está incompleta. Pasemos ahora a analizar el problema del propósito con más detalle.

Dividamos al hombre moderno en dos tipos a grandes rasgos:

·       Tipo I. Aquellos que tienen trabajos rutinarios, que trabajan sólo porque se ven obligados a ello, que no se esfuerzan por mejorar en su trabajo y que no tienen ambiciones relacionadas con el empleo.

·       Tipo II. Trabajadores de carrera.[8] Aquellos que tienen ambiciones laborales, ponen un empeño real en su trabajo y tratan de sobresalir en él. En el tipo II podemos incluir también a aquellas personas que tratan de satisfacer su necesidad de realizar un trabajo con sentido a través de actividades sin ánimo de lucro, como las aficiones, el servicio a la comunidad, o lo que sea.  

(Por supuesto algunas personas pueden ser híbridos entre el Tipo I y el Tipo II, pero esto no invalida nuestro argumento).

·      Primero consideremos el Tipo I.  Para estas personas el trabajo que realizan tiene sentido solamente en lo que respecta a que tienen que trabajar para evitar la humillación de depender de las ayudas sociales. Sienten que están trabajando para evitar un castigo, no que están esforzándose para ganar una recompensa. A juzgar por mi propia observación personal, a menudo la moral de los trabajadores del tipo I está extremadamente baja. Éste no siempre es el caso –en algunas empresas creo que la moral está bastante bien. Sin embargo, no me parece que el trabajo de tipo I  ofrezca a nadie, salvo a las personalidades más tranquilas y menos ambiciosas, una sensación adecuada de tener un propósito en la vida.

Se han tratado de aplicar diversos trucos manipuladores a los trabajadores del tipo I para hacerles tener una actitud más positiva hacia su trabajo. Por ejemplo, una empresa, cuyos empleados anteriormente ensamblaban cada uno una sección de una guía telefónica, hace ahora que cada empleado ensamble una guía telefónica completa, y esto se supone que les aporta una sensación de logro en su trabajo. Parece un chiste de mal gusto. Y si los trucos baratos como éste tuviesen éxito en realidad, todo sería aún peor. Sería mejor para las personas ser infelices en su trabajo que permitir que la empresa les manipulase de ese modo.  

En cualquier caso, si algún empleado empezase a sentirse orgulloso de su trabajo, a tratar de destacar en él o a tener ambiciones relativas a su empleo, pasaría a formar parte del Tipo II, del que hablaremos a continuación.

·     Tipo II: Trabajadores de carrera. Comnzaremos por comentar los trabajadores de carrera cuyo trabajo generalmente denominamos “práctico”. Por mor de la brevedad llamaremos a este tipo de trabajador un TCP (Trabajador de Carrera Práctico). Con objeto de poder definirlo mejor, tomaremos, por ejemplo, a un ingeniero aeronáutico. ¿Cuál se supone que es su trabajo? Obviamente es construir aviones más eficaces.

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[1] Traducción de un fragmento del boceto inacabado y no publicado “Reflections on purposeful work”, escrito probablemente entre 1978 y 1979. Copia manuscrita original en: https://drive.google.com/file/d/1kasfo_yycshHbSmIhhGJ5svOKD6I7xdk/view?usp=share_link (la caligrafía no coincide con la típica “letra de molde” de otros manuscritos de Kaczynski, probablemente debido a que son notas para uso privado y por tanto fueron garrapateadas sin preocuparse de que fuesen legibles para otras personas). Copyright © 1979 Theodore John Kaczynski. N. del t.

[2] El lector debería tener bien presente que el siguiente texto es sólo un boceto inacabado. Nunca fue preparado para su publicación y por tanto la forma en que están desarrolladas y expresadas ciertas ideas en él no necesariamente es la que habrían tomado en caso de haber sido finalizado y preparado para su publicación. Nota del editor.

[3] “Fulfilling life” en el original. N. del t.

[4] “Most people […] need to make a purposeful effort at something in order to have a fulfilling life” en el original. En este texto se ha traducido “purposeful” (literalmente “con un propósito”) como “con sentido”, traducción que se ajusta más en español a la idea que Kaczynski pretende resaltar. N. del t.

[5] “Purposelessness” en el original. Literalmente “falta de propósito”. Véase nota de pie de página anterior. N. del t.

[6] Lepus americanus. N. del t.

[7] Máxima nota en el sistema de calificación alfabético estadounidense. N. del t.

[8] “Career workers” en el original. N. del t.