Buscar este blog

sábado, 20 de agosto de 2022

Comentarios críticos a “En defensa de la violencia” de Ted Kaczynski

 Comentarios críticos a “En defensa de la violencia” de Ted Kaczynski

Por Último Reducto

Versión pdf

English version

El artículo “En defensa de la violencia” es importante a la hora de aclarar ciertos aspectos de la postura de Theodore John Kaczynski acerca del uso de la violencia y por eso Último Reducto (UR) lo ha publicado en este blog (https://ultimoreductosalvaje.blogspot.com/2022/08/en-defensa-de-la-violencia.html). Sin embargo, hay ciertos detalles en ese texto que conviene comentar.

[...] Cualquier lector asiduo del blog debería ya saber que UR evita usar ciertas palabras típicas del vocabulario de Kaczynski, por considerarlas inadecuadas para denominar aquello a lo que pretenden referirse. En concreto, en lo que se refiere a este caso, UR considera que el uso, por cierto bastante abundante, que Kaczynski hace de la palabra “revolución” para referirse a la actividad encaminada a la destrucción del sistema tecnoindustrial por parte de un movimiento no izquierdista, contrario a la tecnología moderna, y cuyo valor principal sea la Naturaleza salvaje, es inapropiado y poco aconsejable, meramente por motivos estratégicos y prácticos


[Este texto es más largo, para seguir leyéndolo haz click aquí]


Último Reducto 

Contacto: ultimo.reducto@hotmail.com

En defensa de la violencia

 

En defensa de la violencia[1]

Por Ted Kaczynski

Versión pdf

Cuando escribí al New York Times ofreciendo desistir del terrorismo si mi escrito[2] era publicado, prometí que el manifiesto no abogaría explícitamente a favor de la violencia, ya que asumí que los medios de comunicación de masas convencionales rehusarían publicar cualquier cosa que defendiese la violencia.

Por esta razón, en “Industrial Society and Its Future” (ISIF),[3] quité importancia al probable papel de la violencia en la revolución. En realidad, es casi seguro que una revolución en contra del sistema tecnoindustrial tendrá que implicar violencia en algún momento. El uso de la fuerza y la violencia son el juez en última instancia. Cuando un conflicto social importante no puede ser resuelto mediante acuerdos, el asunto se resuelve mediante la fuerza física o la amenaza de ella. Como dije en ISIF, párrafos 125–135, si tratamos de pactar con la tecnología estaremos condenados a perder. El sistema no está nunca satisfecho con ninguna situación estable, y nunca lo estará -siempre busca expandir su poder y nunca tolerará permanentemente nada que quede fuera de su control (ISIF, párrafo 164). Por tanto, el conflicto entre nosotros y el sistema es irreconciliable y al final sólo podrá resolverse mediante la fuerza física. El sistema depende de la fuerza y de la violencia para mantenerse -ésa es la función de la policía y del ejército. Si los revolucionarios renunciamos totalmente a recurrir a la violencia, nos ponemos en una situación de desventaja aplastante respecto al sistema. No estoy defendiendo la violencia indiscriminada o automática; en muchas situaciones las tácticas no violentas son las más eficaces. Sin embargo, sostengo que la violencia forma parte importante del kit de herramientas del revolucionario y que deberíamos estar preparados para usarla cuando podamos obtener una ventaja importante haciéndolo.

La razón por la cual el sistema nos enseña a horrorizarnos ante la violencia es porque la violencia de cualquier tipo es peligrosa para él. El sistema requiere orden ante todo; necesita gente que sea dócil y obediente y que no dé problemas. Roger Lane ha señalado que antes de la Revolución Industrial, la sociedad estadounidense era mucho más tolerante con la violencia de lo que lo es hoy en día y que el énfasis en la no-violencia surgió en respuesta a la necesidad del sistema industrial de contar una ciudadanía ordenada y dócil. (Véase el capítulo 12 de Violence in America: Historical and Comparative Perspectives, editado por Hugh Davis Graham y Ted Robert Gurr). Salvo por algunas excepciones, los líderes del sistema son bastante sinceros a la hora de rechazar la violencia. Aunque el sistema tiene que usar la violencia para preservarse, trata normalmente de mantener el nivel de la violencia -incluida su propia violencia- lo más bajo posible, ya que la violencia intensifica las tensiones sociales que ponen en peligro al sistema. El “poli malo” que apalea a la gente es, a su irracional manera, un rebelde contra el sistema. Para los miembros más racionales y autodisciplinados de la tecnocracia, el policía ideal es aquel que usa justo la cantidad de fuerza imprescindible, y nada más que la imprescindible, con el fin de mantener el orden público y la disciplina social.

La mayoría de la gente que insiste en la no-violencia como principio fundamental cae en alguna de las tres categorías siguientes. Primero están los conformistas -aquellos que creen en la no-violencia porque el sistema ha conseguido lavarles el cerebro. En segundo lugar están los cobardes. Y en tercer lugar, están los santos -esas personas bastante escasas cuya creencia en la no-violencia viene motivada por una compasión genuina.

En lo referente a los conformistas y los cobardes, son totalmente despreciables y no necesitamos decir más sobre ellos. Los santos, por otro lado, merecen nuestro respeto. Si aceptásemos sus principios ciertamente deberíamos dejar a un lado la revolución, pero de todos modos puede que tengan un papel importante que jugar. Durante el desorden y la violencia que probablemente acompañarán a la revolución, ellos pueden ayudar a mantener vivo el ideal de la amabilidad y la compasión; y -¿quién sabe?- quizá algún día incluso lleguen a tener un efecto práctico a la hora de reducir la cantidad de crueldad en la sociedad humana. Sin embargo, por sí mismos no podrán ganar una revolución. Para eso hacen falta combatientes duros.

En vista de los modos en que las actitudes hacia la violencia varían según las circunstancias bajo las cuales ésta se lleve a cabo, resulta obvio que, en nuestra sociedad, la mayor parte de la oposición a la violencia es meramente una cuestión de conformidad o convención social. Cuando la violencia es llevada a cabo con la aprobación del sistema (como en la guerra, por ejemplo), la mayoría de la gente la acepta. Sólo se horrorizan ante la violencia cuando el sistema la desaprueba.

Mis abogados trajeron a un neuropsicólogo, un tal Dr. Watson, para hacerme unas pruebas que verificasen que yo no estaba loco. Después de hacerme las pruebas, el Dr. Watson me hizo algunas preguntas sobre mis atentados con bombas. Entre otras cosas, me preguntó cómo me sentía respecto al impacto de mis acciones sobre las “víctimas” y sus familias y parece que le chocó bastante el hecho de que un hombre inteligente como yo pudiese matar a personas sin sentir apenas culpa y sin que el impacto en las familias de los muertos le preocupase demasiado. Sin embargo, si yo hubiese sido un soldado que hubiese matado o herido gravemente a soldados enemigos en una guerra, al Dr. Watson ni siquiera se le habría ocurrido preguntarme cómo me sentiría acerca del impacto en las víctimas o en sus familias. Nadie espera que un soldado dude a la hora de matar soldados enemigos o se preocupe acerca de cómo se sienten las familias de los muertos, y a muy pocos soldados les preocupan esas cosas. Esto muestra que la actitud de la mayoría de las personas hacia la violencia no está gobernada por la compasión sino por la convención social.

El derrumbe del sistema tecnoindustrial implicará casi con toda seguridad privaciones físicas a nivel general. Si la caída es repentina, conllevará una verdadera hambruna, ya que no habrá pesticidas ni fertilizantes químicos, ni semillas híbridas de alta tecnología, ni combustible o piezas de repuesto para la maquinaria agrícola, ni camiones y trenes para llevar los productos a las ciudades. Incluso si el sistema se desintegra más o menos gradualmente a lo largo de unas pocas décadas, es casi inconcebible que la reducción de la población y la transición a una agricultura de subsistencia puedan ser llevadas a cabo de forma tranquila y ordenada. Mucha gente sufrirá debido a la falta de alimentos o de otros productos materiales necesarios, y en tales circunstancias es seguro que habrá un desorden social generalizado y por consiguiente luchas. ¡Miren ustedes la historia! La caída rápida de una civilización va casi siempre acompañada de violencia, y cuanto más avanzada es la civilización mayor es la violencia.

El grado en que la cultura de la clase media moderna trata de suprimir la agresión, la cual forma parte normal del repertorio conductual de los seres humanos y de la mayoría de los demás mamíferos, es algo inusitado. La mayoría de las sociedades a lo largo de la historia humana han sido más tolerantes con la agresión de lo que lo es la clase media actual. Es cierto que ha habido unas pocas culturas primitivas que eran estrictamente no violentas y que las ideologías de la pasividad y la no-violencia han tomado a dichas culturas como ejemplos para tratar de mostrar lo violenta que es la sociedad moderna en comparación con el buen salvaje. Sin embargo, sea su falta de honestidad consciente o inconsciente, ignoran completamente las mucho más numerosas culturas primitivas que permitían un grado de violencia mucho mayor del que actualmente permite la moralidad de la clase media moderna. Por ejemplo, Derrick Jensen, en Listening to the Land (Sierra Club Books, 1995, página 3) elogia a los indios okanagan de la Columbia Británica por el hecho de que nunca practicaban la violencia física, pero no dice ni una palabra que reconozca el hecho de que la mayoría de las tribus indias norteamericanas eran notablemente belicosas. Muchas de las tribus incluso fomentaban la guerra como algo noble y admirable y luchaban en guerras innecesarias simplemente porque los hombres jóvenes querían obtener gloria militar. (Para que las feministas no traten de culpar sólo a esas repugnantes bestias masculinas, debo señalar que los hombres eran incitados por las mujeres. En las tribus belicosas, todas las mujeres querían que sus hijos fuesen bravos guerreros y una de las razones por las que los hombres jóvenes querían obtener prestigio militar era porque éste les hacía populares entre las muchachas).

Por supuesto, la guerra primitiva era muy diferente de la guerra moderna. Hoy en día los soldados luchan para satisfacer la ambición de los políticos o los dictadores; en las principales guerras normalmente son reclutados a la fuerza e, incluso cuando se alistan voluntariamente, por lo general lo hacen porque les han lavado el cerebro con propaganda. El campo de batalla moderno es un matadero en el cual la habilidad y el coraje de un soldado tienen escaso efecto en su probabilidad de sobrevivir. Por el contrario, los indios americanos luchaban o bien para protegerse a sí mismos y a sus familias o bien porque querían luchar. Sus batallas se producían a pequeña escala, de modo que el guerrero individual no quedaba reducido a ser un insignificante trozo de carne de cañón. Y sus conflictos no tenían como resultado ninguno de los daños ecológicos masivos que acompañan a la guerra moderna. De hecho, dado que sus guerras mantenían bajo el tamaño de la población, las consecuencias ecológicas eran positivas.

Eliminar toda la violencia aumentaría nuestra esperanza de vida, pero si bien la esperanza de vida en la sociedad moderna es probablemente mayor de lo que lo ha sido jamás en cualquier otra sociedad, la sociedad moderna está profundamente desquiciada. Ha habido muchas otras sociedades en las que la esperanza de vida era mucho menor, pero en las cuales había mucho menos estrés, frustración, ansiedad u otras formas de sufrimiento psicológico. Esto muestra que la esperanza de vida no es de suma importancia para la felicidad humana; y menos aún lo es para la libertad humana.

No quiero dar la impresión de que considero que la violencia es deseable por sí misma. Más bien lo contrario. Preferiría ver que las personas viven juntas sin causarse unas a otras daño físico, económico, psicológico o de otro tipo. Sin embargo, la eliminación de la violencia no debería encabezar nuestra lista de prioridades. La primera prioridad es librarse del sistema tecnoindustrial.

 

 --------------------


NOTA IMPORTANTE: Véase “Comentarios críticos a ‘En defensa de la violencia’ de Ted Kaczynski” en este mismo blog (https://ultimoreductosalvaje.blogspot.com/2022/08/comentarios-criticos-en-defensa-de-la.html).



[1] Traducción a cargo de Último Reducto de “In Defence of Violence” (Fecha desconocida). Copyright © Theodore John Kaczynski, para el original. Copyright © 2022 Último Reducto para la traducción. N. del t.

[2] Se refiere a Industrial Society and Its Future, popularmente conocido como “Manifiesto de Unabomber”. N. del t.

[3] El texto original revisado y mejorado está disponible en Technological Slavery, Fitch & Madison, 2019, págs. 21-106. Existe traducción en castellano de la versión original: La sociedad industrial y su futuro, Isumatag, 2011. N. del t.

lunes, 15 de agosto de 2022

Progreso versus Libertad

 

Nota importante de Último Reducto


Progreso versus Libertad[1]

Por Theodore John Kaczynski

Versión pdf

En estas páginas se argumenta que el progreso científico y técnico continuado tendrá como resultado inevitable la extinción de la libertad individual. Utilizo la palabra “inevitablemente” en el siguiente sentido: se podrían -posiblemente- imaginar ciertas condiciones de la sociedad en las que la libertad pudiese coexistir con la tecnología sin restricciones, pero estas condiciones no existen en realidad, y no conozco ninguna forma de lograrlas, de modo que, en la práctica, el progreso científico tendrá como resultado la extinción de la libertad individual. Hacia el final de este ensayo propongo algo que parece ser lo único que se guarda cierta semejanza con un remedio práctico para esta situación.

Espero que el lector tenga paciencia cuando recite argumentos y hechos con los que tal vez ya esté familiarizado. No pretendo ser original. Simplemente creo que los argumentos a favor de la tesis expuesta son convincentes, e intento exponer los argumentos, nuevos y antiguos, de la manera más clara posible, con la esperanza de que el lector se convenza de apoyar la solución aquí sugerida, que ciertamente es una solución muy obvia, pero bastante difícil de tragar para mucha gente.

El poder de la sociedad para controlar a las personas individuales se ha expandido recientemente con gran rapidez, y se espera que se expanda aún más rápidamente en un futuro próximo. Enumeremos algunos de los avances más ominosos como recordatorio.

1.  La propaganda y las técnicas de creación de imágenes. En este contexto, no debemos pasar por alto el papel del cine, la televisión y la literatura, los cuales comúnmente se consideran arte o entretenimiento, pero que a menudo adoptan deliberadamente ciertos puntos de vista y, por tanto, sirven como medios de propaganda. Incluso cuando no adoptan deliberadamente un punto de vista explícito, sirven para adoctrinar al espectador o al lector respecto a determinados valores. Veneramos a los grandes escritores del pasado, pero aquel que considere el asunto con objetividad debe admitir que las técnicas artísticas modernas se han desarrollado hasta el punto de que las películas, novelas, etc. más hábilmente construidas de hoy en día son mucho más potentes psicológicamente de lo que lo fue, por ejemplo, Shakespeare. Las mejores de ellas son capaces de atrapar e involucrar al lector de forma muy poderosa y, por lo tanto, es de suponer que son bastante eficaces a la hora de influir en sus valores. También hay que tener en cuenta que el ciudadano medio de hoy en día “vive en las películas”, como dice el refrán. La gente pasa una gran cantidad de tiempo, cada vez mayor, sometiéndose a entretenimientos enlatados en lugar de participar en actividades espontáneas. A medida que la aglomeración y las normas y regulaciones vayan reduciendo las oportunidades de desarrollar una actividad espontánea y que las técnicas de entretenimiento que se están desarrollando vayan haciendo que el producto enlatado resulte cada vez más atractivo, podemos suponer que la gente vivirá cada vez más en el mundo del entretenimiento de masas.

2.  Un énfasis creciente entre los educadores a la hora de “guiar” el desarrollo emocional del niño, junto con una actitud cada vez más científica respecto a la educación. Por supuesto, los educadores siempre han intentado en cierta medida moldear las actitudes de sus alumnos, pero antes sólo lograban un grado limitado de éxito, simplemente porque sus métodos no eran científicos. La psicología educativa está cambiando esto.

3.  El condicionamiento operante, a la manera de B.F. Skinner y sus amigos. (Por supuesto, esto no puede separarse totalmente del punto (2)).

4.  Control físico directo de las emociones a través de electrodos y “quimitrodos” insertados en el cerebro. (Véase el libro de José M. Rodríguez Delgado, Physical Control of the Mind).

5.  Entrenamiento de biorretroalimentación, a la manera de Joseph Kamiya y otros.

6.  Futuras “píldoras para la memoria” u otros fármacos diseñados para mejorar la memoria o aumentar la inteligencia. (El lector posiblemente asuma que los puntos (5) y (6) no presentan ningún peligro para la libertad porque se supone que su uso es voluntario, pero discutiré este punto más adelante).

7. Futura ingeniería genética, eugenesia y otras técnicas relacionadas.

8. Marvin Minsky, del MIT (uno de los principales expertos en informática del país) y otros informáticos predicen que dentro de quince años, o posiblemente mucho menos, habrá ordenadores sobrehumanos con capacidades intelectuales muy superiores a aquellas de las que los seres humanos son capaces. Hay que subrayar que estos ordenadores no se limitarán a realizar las llamadas operaciones “mecánicas”, sino que serán capaces de pensar de forma creativa. Mucha gente se muestra incrédula ante la idea de un ordenador creativo, pero recordemos que (a menos que se recurra a explicaciones sobrenaturales del pensamiento humano) el propio cerebro humano es un ordenador electroquímico que funciona según las leyes de la física y la química. Además, los hombres que han pronosticado estos ordenadores no son chiflados, sino científicos de primera categoría. Es difícil decir de antemano cuánto poder pondrán estos ordenadores en manos de lo que se llama vulgarmente el “establishment”, pero este poder será probablemente muy grande. Hay que tener en cuenta que estos ordenadores estarán totalmente bajo el control de la élite científica, burocrática y empresarial. El ciudadano medio no tendrá acceso a ellos. A diferencia del cerebro humano, los ordenadores no tienen prácticamente restricciones en cuanto al tamaño (y, lo que es más importante, no hay restricciones en cuanto al número de ordenadores que pueden conectarse a larga distancia para formar un único cerebro), por lo que no hay restricciones a sus memorias o a la cantidad de información que pueden asimilar y correlacionar. Los ordenadores no están sujetos a la fatiga, la distracción o a los problemas emocionales. Trabajan a una velocidad fantástica. Dado que un ordenador puede duplicar las funciones del cerebro humano, parece claro, a la vista de las ventajas enumeradas anteriormente, que posiblemente ningún cerebro humano podría competir con un ordenador de este tipo en ningún campo de trabajo.

9.  Diversos dispositivos electrónicos de vigilancia. Éstos se están utilizando ya. Por ejemplo, según los informes de los periódicos, la policía de la ciudad de Nueva York ha establecido recientemente un sistema de vigilancia por televisión durante las 24 horas del día en ciertas zonas problemáticas de la ciudad.


                          [Este texto es más largo, para seguir leyéndolo haz click aquí]

[1] Traducción a cargo de Último Reducto de “Progress vs. Liberty”. (Fecha desconocida, probablemente 1971 ó 1972). Copyright © Theodore John Kaczynski, para el original. Copyright © 2022 Último Reducto para la traducción. N. del t.