Dejad de usar el término “género” cuando os refiráis al sexo
Por Jack
Donovan
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Cuando permites que alguien que quiere
destruirte cree el marco dentro del cual piensas y te expresas, que construya
tu forma de entender y hablar del mundo, ya has perdido.
Le has permitido que dicte las condiciones
de la contienda y controle tu vocabulario.
Es como aceptar un duelo y permitir que tu
oponente elija armas que tú nunca has usado, pero con las que él sí tiene mucha
experiencia y está muy bien entrenado.
La mayoría de mis lectores estarán de
acuerdo en que cualquiera que ponga sus pronombres en su biografía se ha
rendido, porque al ofrecer tus pronombres reconoces implícitamente que realmente
hay una razón válida para hacerlo, aun cuando tu sexo sea obvio para cualquiera
que tenga ojos.
Cuando pones tus pronombres en tu
biografía, aceptas el marco trans.
Pero, ¿qué pasa con la palabra “género”?
Yo la he usado y creo que muchos hombres la
usan despreocupadamente como sinónimo de “sexo” y de las características
asociadas al sexo, sin darse cuenta de que los activistas marxistas han ido
cambiando radicalmente su definición en los últimos 69 años.
En inglés, la palabra “gender” [“género”]
sólo se utilizaba en el estudio y aprendizaje del lenguaje hasta 1955.
Pensemos en “le” y “la” en francés, o en “Der”
y “Die” en alemán.
Según una investigación, antes
de la fecha señalada, el término “gender” se utilizaba sólo muy raramente como
sinónimo de sexo y siempre de forma jocosa.
Sin embargo, fue en 1955 cuando el sexólogo
John Money empezó a utilizar la palabra género para referirse a la identidad
sexual de los hermafroditas, raros individuos nacidos con defectos genitales de
nacimiento que hacen que su sexo “no sea concluyente”.
Money es una figura controvertida porque sus
investigaciones abogaban por “asignar” un género a los hermafroditas y luego
normalizar quirúrgicamente sus genitales.
Puedes seguir viendo esta frase, “asignar
género”, en la propaganda trans de
hoy en día.
Nadie necesitaba la palabra “género” para
hablar de los bebés o adultos normales que eran obviamente masculinos o
femeninos.
Y si se quería hablar de masculinidad o
feminidad, simplemente se utilizaban dichos términos.
Fue el psicólogo Robert Stoller, que
trabajaba con transexuales, quien creó el término “identidad de género” en 1964
y desarrolló el género como una concepción de la identidad sexual que, de
alguna manera, existía separada del cuerpo.
En la década de 1970, las feministas
marxistas radicales se apoderaron de la idea del “género” para separar del sexo
físico las ideas y los comportamientos asociados a la masculinidad y la
feminidad.
Por eso, cualquiera que haya sido
adoctrinado en la ideología feminista a través del sistema universitario (o de TikTok) te corregirá con petulancia si
confundes sexo y género.
Te dirán que sexo y género son conceptos
separados.
Pero esta distinción fue creada para los hermafroditas
y transexuales hace unos 60 años y luego utilizada por las feministas marxistas
para destruir lo que ellas llamaban los estereotipos de género.
El propio feminismo está siendo aplastado
ahora bajo el destartalado mamotreto del género porque las técnicas dialécticas
marxistas que emplearon las feministas siguieron “trayendo los márgenes al
centro”.
Las mujeres normales son, después de todo,
un grupo muy grande y “privilegiado” en comparación con las mujeres de grupos
racialmente marginados, las mujeres de grupos sexualmente marginados y, en
última instancia, las personas marginadas porque sufren trastornos psicológicos
en los que la sensación de su propio “género” está completamente disociada de
sus propios cuerpos, hasta tal punto de que se sienten obligadas a alterar sus
cuerpos para hacer que coincidan con su “género”.
Esto ha dado lugar a la gran ironía de que los
espacios feministas hayan acabado viéndose infiltrados y comandados por hombres
que creen que son mujeres, como vemos con los atletas trans que dominan los deportes femeninos.
El concepto de género en su totalidad separa
del cuerpo la masculinidad y la feminidad.
El género es una noción derivada de la
patología y ha sido utilizado para rediseñar la sociedad a imagen de las
personas con defectos de nacimiento y enfermedades mentales.
Para enderezar el rumbo de la sociedad en
una dirección que sea coherente con las normas biológicas de nuestra especie,
para crear un mundo más “humano”, tenemos que volver a vincular la masculinidad
y la feminidad al cuerpo.
La masculinidad y la feminidad se derivan
del sexo de forma natural.
Por tanto, dejemos de utilizar la palabra “género”
fuera del ámbito de los estudios sobre el lenguaje.