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jueves, 14 de agosto de 2025

Comentarios sobre “En busca del ecoterrorismo”

Nota: este texto hace referencia al artículo de Sean Fleming “Searching for ecoterrorism”(American Political science Review, vol. 118, número 4, Noviembre 2024, págs. 1986-1999), por lo que para una plena comprensión de los siguientes comentarios es recomendable haber leído previamente dicho artículo. Se puede leer la traducción al castellano del artículo de Fleming (“En busca del ecoterrorismo”) aquí: https://ultimoreductosalvaje.blogspot.com/2025/08/en-busca-del-ecoterrorismo.html


 

Comentarios sobre “En busca del ecoterrorismo” 

[Los siguientes comentarios fueron enviados a Sean Fleming por Último Reducto]

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Primero discutiré algunos aspectos de su metodología en general:

1.  En el texto dice usted “El calificativo, ‘no humano’, está implícito en la etimología del término ‘medioambiente’ [‘environment’]” y, siguiendo a Langdon Winner, define usted “medioambiente” [“environment”] como “‘algo que rodea’-algo externo a la humanidad”.

Empecemos por la definición de Winner, ¿qué significan aquí “externo” y “humanidad”? ¿Significa “externo” simplemente que algo rodea a otra cosa (la humanidad en este caso concreto) o significa algo más concreto, como ser “ajeno a”, “independiente de”, “sin ninguna relación con” y cosas por el estilo? Todo lo que rodea a algo está a su alrededor y fuera de ello, pero esto no implica necesariamente que no tenga ninguna relación con ello. Algunas cosas que rodean a otras pueden incluso estar bastante relacionadas con ellas. En este caso concreto, el entorno que rodea a los seres humanos puede estar (al menos parcialmente) constituido por cosas que han sido sustancialmente alteradas, hechas o provocadas por los propios seres humanos. O visto desde otro ángulo, ¿qué significa aquí “humanidad”? ¿Se refiere sólo a los seres humanos (es decir, al conjunto de individuos humanos) o también al conjunto constituido por las cosas hechas por los seres humanos? Si “humanidad” incluye también las obras humanas o las cosas generadas por los seres humanos, entonces el medioambiente (o simplemente el “medio”, el “ambiente” o el “entorno”) estaría constituido efectivamente, según la definición de Winner, sólo por cosas no artificiales. Pero esta noción de “humanidad” sería bastante inusual en mi opinión. No soy angloparlante nativo, pero supongo que, en este contexto concreto, el término “external” [“externo”] se entendería convencionalmente sólo como aquello que está fuera de algo, pero no tanto como algo sin relación con ello o independiente de ello; y, del mismo modo, el término “humanidad” se entendería convencionalmente como el conjunto constituido sólo por todos los seres humanos, pero no también por sus obras. Así pues, cuando dice usted que “El calificativo, ‘no humano’, está implícito en la etimología del término ‘medioambiente’” y que “el ‘ecologismo’[...]se preocupa principalmente por la ecología o naturaleza no humana”, obviamente está usted confundiendo el ‘medioambiente’ en general con el “entorno no artificial” (es decir, presumiblemente, lo que aquí llama usted “naturaleza no humana”) en particular. El medioambiente es todo lo que rodea a los seres humanos, ya sea artificial o natural, es decir, hecho por el ser humano o no. La Naturaleza (no humana) es sólo la parte del medioambiente que no está constituida ni por seres humanos ni, por extensión, por sus obras/productos. Es la mayor parte del medioambiente, sin duda, pero no es todo el medioambiente. De hecho, hay una parte cada vez mayor del medioambiente que ha sido creada por el ser humano: el medioambiente artificial(izado), constituido por el conjunto de cosas hechas o modificadas sustancialmente por el ser humano (es decir, las obras humanas). En la actualidad (y desde al menos la década de los 70 del siglo XX) hay muchos ecologistas que se preocupan principalmente o únicamente por la parte del medioambiente fabricada por el hombre, tanto en teoría como en la práctica, y no tanto por la Naturaleza o el medio natural. De hecho, son la mayoría de los ecologistas actuales. Y probablemente sea así, entre otras cosas, porque el entorno más inmediato para la mayoría de la gente hoy en día es artificial o humanizado en su mayor parte o prácticamente en su totalidad.

Así que comete usted algún tipo de non sequitur cuando infiere que el “medioambiente” o “lo que nos rodea” es siempre no humano o no artificial.

De todas formas, confundir “entorno” y “Naturaleza” es ya un error enormemente extendido, no sólo suyo (de usted). Esto no le excusa, pero hace comprensible su error.


[Este intercambio es mucho más largo. Para leerlo completo en versión pdf haz clic aquí].

En busca del ecoterrorismo

 

Nota de Último Reducto: como complemento a este artículo se recomienda leer también: “Comentarios sobre ‘En busca del ecoterrorismo’” (https://ultimoreductosalvaje.blogspot.com/2025/08/comentarios-sobre-en-busca-del.html).


En busca del ecoterrorismo: el crucial caso de Unabomber

Por Sean Fleming

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INTRODUCCIÓN

Una de las principales conclusiones de los estudios recientes sobre violencia política es que los ecologistas rara vez, o incluso nunca, recurren a la violencia letal. Aunque los casos de sabotaje motivado por la defensa del medioambiente son comunes, casos de asesinato motivado por la defensa del medioambiente son difíciles de encontrar (Carson, LaFree, y Dugan 2012; Hirsch- Hoefler y Mudde 2014; Loadenthal 2017; Taylor 1998; 2003). Por lo tanto, muchos estudiosos han argumentado que “ecoterrorismo” es un término equivocado para lo que, de forma más precisa, se debería denominar “ecotaje” (Amster 2006; Cooke 2013; Loadenthal 2014; Smith 2008; Sumner y Weidman 2013; Vanderheiden 2005; Wagner 2008; Woodhouse 2014). Según las laxas definiciones de terrorismo utilizadas por muchos de los organismos encargados de hacer cumplir la ley, las cuales abarcan cualquier “uso ilegal de la fuerza o la violencia contra personas o bienes” con “objetivos sociales o políticos” (Pomerantz 1987, 14-5), el sabotaje motivado por la defensa del medioambiente es terrorismo. Sin embargo, los críticos insisten en la distinción entre violencia contra la propiedad y violencia contra las personas. “Hay una diferencia fundamental”, argumentan Sumner y Weidman (2013, 868), “entre destruir vehículos todoterreno y pilotar un avión lleno de gente para hacerlo estrellarse contra un edificio lleno de gente”. En su opinión, considerar que destruir todoterrenos es terrorismo sería tan absurdo como considerar que robar todoterrenos es secuestro.

Sin embargo, el debate sobre el ecoterrorismo va mucho más allá de la terminología. La ausencia de ataques mortales por parte de los activistas ecologistas es sorprendente, independientemente de cómo se defina el terrorismo. Incluso si el sabotaje por motivos políticos constituye terrorismo, no deja de ser llamativo que los activistas ecologistas se hayan limitado al “terrorismo” contra la propiedad. La generalización de que los ecologistas no recurren a la violencia letal -que denominaré Tesis del Ecologista Pacífico- parece ser una de las generalizaciones más sólidas que ofrece la ciencia política contemporánea. A diferencia de la Tesis de la Paz Democrática, que está notoriamente plagada de salvedades y condiciones para su aplicabilidad, la Tesis del Ecologista Pacífico puede enunciarse con una potente simplicidad: los activistas ecologistas no matan gente.

Sólo hay unos pocos presuntos contraejemplos a esta generalización. En su histórico estudio de 11.562 incidentes ilegales asociados a los movimientos ecologista y de defensa de los derechos de los animales desde 1973 hasta 2010, Loadenthal (2017) sólo encontró cuatro atentados mortales. Uno de ellos fue el asesinato en 2002 del político populista holandés Pim Fortuyn a manos de un activista a favor de los derechos de los animales llamado Volkert van der Graaf. Este atentado es un dudoso contraejemplo de la Tesis del Ecologista Pacífico por dos razones. En primer lugar, aunque hay solapamientos entre los movimientos por los derechos de los animales y los movimientos ecologistas, es un error confundirlos. Carson, LaFree y Dugan (2012, 307) han descubierto que “en comparación con los extremistas ecologistas, los grupos radicales de derechos de los animales tienen más de cinco veces más probabilidades de atentar contra las personas”. Identificaron tres casos de asesinatos llevados a cabo por activistas de los derechos de los animales, pero ninguno por activistas ecologistas (véase también Taylor 2003, 180; 2004, 244-6). En segundo lugar, el asesino de Fortuyn no estaba aparentemente motivado ni por la defensa de los derechos de los animales ni por el ecologismo. Van der Graaf afirma haber matado a Fortuyn para proteger a los musulmanes de la persecución política (Evans-Pritchard y Clements 2003; Taylor 2003, 177). Los otros tres atentados mortales del conjunto de datos de Loadenthal (2017) fueron perpetrados por Ted Kaczynski, el terrorista interno estadounidense conocido como “Unabomber”. Entre 1978 y 1995, Kaczynski llevó a cabo una campaña de atentados en nombre de la “naturaleza salvaje”, en la que murieron tres personas y otras 23 resultaron heridas. Sin embargo, su relación con el ecologismo es discutida. Mientras que algunos lo consideran un ecoterrorista paradigmático (Arnold, 1997; Barnett, 2015), otros sostienen que su afirmación de luchar por la naturaleza era poco sincera y puramente retórica (Chase, 2004; Sale, 1995).

Como uno de los pocos casos posibles de terrorismo por motivos medioambientales, el caso Unabomber es un “caso crucial” para la Tesis del Ecologista Pacífico (Eckstein 1975; George y Bennett 2005; Gerring 2007). Si Unabomber es ecologista, constituiría un importante contraejemplo a la generalización de que los ecologistas no recurren a la violencia letal; un contraejemplo que exige una explicación. Si no es ecologista, la Tesis del Ecologista Pacífico es aún más sólida de lo que sugiere la investigación anterior, porque el principal contraejemplo resultaría ser ilusorio. Por supuesto, una generalización no puede demostrarse ni refutarse con un solo caso. Pero cuando una generalización tiene pocos contraejemplos aparentes, un solo caso puede marcar una diferencia inusualmente grande en la solidez de la generalización. El caso de Unabomber es, por tanto, “crucial” para determinar la firmeza de la Tesis del Ecologista Pacífico. Mientras que una generalización con una sola excepción es muy sólida, una generalización sin excepciones es el santo grial de las ciencias sociales.

Unabomber es importante no sólo como piedra de toque para las teorías sobre el ecoterrorismo, sino también, más ampliamente, como figura influyente en la política radical contemporánea. Su manifiesto de 35.000 palabras, “Industrial Society and Its Future”, fue publicado conjuntamente por The Washington Post y The New York Times en septiembre de 1995 (Kaczynski 1995a). Se ha traducido a más de una docena de idiomas y es una fuente de ideas e inspiración para radicales de todo el espectro político, desde anarquistas a neofascistas (Fleming 2022; Hughes, Jones y Amarasingam 2022; Lubrano 2023). Sin embargo, existe poca literatura académica sobre la ideología de Kaczynski (Corey 2000; Luke 1996; Moen 2019; Taylor 1998), y ninguna de las publicaciones existentes ha hecho uso del material de archivo disponible.

El propósito de este artículo es evaluar la relación de Kaczynski con el ecologismo. Adopto aquí un enfoque dual del análisis de las ideologías, que combina lo que Freeden (1996, 3) denomina análisis “morfológico” de las estructuras conceptuales de las ideologías con el análisis “genético” de sus orígenes intelectuales. Me baso en material de archivo, no examinado previamente, de la Colección Joseph A. Labadie de la Universidad de Michigan y de la Colección UNABOM de la Universidad Pennsylvania del Oeste. Mi análisis demuestra que la ideología de Kaczynski no es ecologista, ni en su origen ni en su estructura. Aunque tiene algunas afinidades con el ecologismo radical, el anarquismo verde y el ecologismo de derechas, no encaja en ninguna de estas categorías. La ideología de Kaczynski tampoco es un tipo idiosincrásico de ecologismo que pertenezca a una categoría propia. Casi ninguna de sus ideas procede de fuentes ecologistas y sus motivaciones eran decididamente antitecnológicas más que proecológicas. Sin embargo, la Tesis del Ecologista Pacífico no sale indemne. Aunque el propio Kaczynski no es un contraejemplo creíble, su caso apunta hacia otros contraejemplos convincentes.

El artículo consta de cinco secciones principales. La primera explica mi enfoque y método y describe las pruebas de archivo que utilizo. La segunda sección examina la afirmación habitual de que Kaczynski no estaba, de hecho, motivado por las ideas que expuso en su manifiesto. Esta afirmación, de ser cierta, supondría un atajo hacia mi conclusión de que su violencia no estaba motivada por la defensa del medioambiente, sin embargo no se sostiene frente a las pruebas. Las tres secciones siguientes evalúan las supuestas afinidades de Kaczynski con tres ideologías ecologistas: el ecologismo radical, el anarquismo verde y el ecologismo de derechas. La conclusión reevalúa la Tesis del Ecologista Pacífico a la luz del caso Unabomber y extrae algunas implicaciones más amplias para el estudio de las ideologías políticas y la violencia política.

                                   [Este texto es mucho más largo, para leerlo haz clic aquí]