EN
RESUMEN[a]
Por Ted Kaczynski
Para una mayor claridad, quiero
enumerar aquí en forma resumida los cuatro puntos principales que he tratado de
plantear en mis escritos.
1) El
progreso tecnológico nos está llevando a un desastre inevitable. Puede que sea
un desastre físico (por ejemplo, algún tipo de catástrofe ambiental), o puede
que sea un desastre en lo que se refiere a la dignidad humana (reducción de la
raza humana a una condición degradada y servil). Pero ciertamente se producirá
un desastre de un tipo u otro a causa del continuo progreso tecnológico.
Ésta
no es una opinión excéntrica. Entre aquellos que se muestran temerosos de las
probables consecuencias del progreso tecnológico están Bill Joy, cuyo artículo
“Why the Future Doesn’t Need Us”1 es ya famoso, Martin Rees, autor
del libro Our Final Century[b], y Richard A. Posner,
autor de Catastrophe: Risk and Response[c]. Ninguno de los tres puede
ser tomado en absoluto por radical ni ser considerado como alguien predispuesto
a mostrarse crítico con la presente estructura social. Richard Posner es un
juez conservador del Tribunal de Apelaciones del Séptimo Circuito de los
Estados Unidos. Bill Joy es un reconocido genio informático y Martin Rees es
Astrónomo Real de Gran Bretaña. Estas dos últimas personas, habiendo dedicado
sus vidas a la tecnología, difícilmente mostrarían temores respecto a ella sin
tener un buen motivo.
A
Joy, Rees y Posner les preocupa sobre todo el desastre físico y la posibilidad
(bastante probable de hecho) de que los seres humanos sean suplantados por
máquinas. El desastre que el progreso tecnológico implica para la dignidad
humana ha sido discutido por gente como Jacques Ellul y Lewis Mumford cuyos
libros son ampliamente leídos y respetados. Ninguno de ambos es considerado
excéntrico, marginal, ni nada parecido.
2)
Sólo el colapso de la civilización tecnológica moderna puede evitar el
desastre. Por supuesto, el colapso de la civilización tecnológica supondrá
un desastre en sí mismo. Pero cuanto más continúe expandiéndose el sistema
tecnoindustrial, peor será el desastre que acabará produciéndose. Un desastre
menor ahora evitaría un desastre mayor más tarde.
El
desarrollo del sistema tecnoindustrial no puede ser controlado, restringido o
dirigido, ni sus efectos pueden ser reducidos en un grado sustancial. Ésta, de
nuevo, no es una opinión extravagante. Muchos escritores, comenzando por Karl
Marx, han señalado la importancia fundamental de la tecnología como factor
determinante del curso del desarrollo de la sociedad. De hecho, han reconocido
que es la tecnología la que gobierna la sociedad y no al revés. Ellul, sobre
todo, ha subrayado el carácter autónomo de la tecnología, es decir, el hecho de que la
tecnología moderna ha tomado vida propia y no está sujeta ya al control humano.
Ellul, de todos modos, no fue el primero en llegar a esta conclusión. Ya en
1934 el pensador mejicano Samuel Ramos2 planteó claramente el
principio de la autonomía tecnológica; y esta noción fue ya vislumbrada en una
época tan temprana como la década de 1860 por Samuel Butler. Por supuesto, no
estoy cuestionando la evidencia de que los individuos o grupos humanos pueden
controlar la tecnología en el sentido de que en un momento dado pueden decidir
qué hacer con un aparato tecnológico concreto. Lo que el principio de la
autonomía tecnológica plantea es que el desarrollo general de la tecnología en
su conjunto, y sus consecuencias sociales a largo plazo, no obedecen a ninguna
forma de control por parte de los seres humanos. Por tanto, mientras la tecnología
moderna siga existiendo, poco podremos hacer para moderar sus efectos.
Una
idea que automáticamente se desprende de lo anterior es que nada salvo el
colapso de la sociedad tecnológica podrá evitar un gran desastre. Por tanto, si
queremos defendernos contra la tecnología, la única vía de acción que podemos
tomar con alguna posibilidad de que llegue a ser efectiva es esforzarnos por
precipitar el colapso de la sociedad tecnológica. Aunque esta conclusión es una
consecuencia obvia del principio de la autonomía tecnológica, y aunque
posiblemente esté implícita en ciertas afirmaciones de Ellul, no conozco ningún
escritor convencional que haya reconocido explícitamente
que nuestra única salida pase por el derrumbe de la sociedad tecnológica. Esta
aparente ceguera ante lo que es obvio sólo puede ser explicada como fruto de la
cobardía.
Si
queremos precipitar el derrumbe de la sociedad tecnológica, entonces nuestro
fin es un fin revolucionario según cualquier definición razonable de éste
término. Tenemos que asumir, entonces, la necesidad de una revolución en toda
regla.
3) La izquierda política es la
primera línea de defensa de la sociedad tecnológica contra la revolución. De
hecho, la izquierda hoy en día actúa como una especie de extintor de incendios
que desactiva y apaga cualquier potencial movimiento revolucionario. ¿A qué me
refiero con lo de “la izquierda”? Si alguien piensa que el racismo, el sexismo,
los derechos de los homosexuales, los derechos de los animales, los derechos de
los pueblos indígenas... y la “justicia social” en general están entre los
problemas más importantes a los que el mundo se enfrenta actualmente, entonces
es un izquierdista en el sentido en que yo uso el término. Pero, se las llame
como se las llame, las personas que desactivan los movimientos revolucionarios
son individuos que se sienten atraídos indiscriminadamente por todo tipo de
causas: racismo, sexismo, derechos de los homosexuales, derechos de los
animales, el medioambiente, la pobreza, la explotación laboral, el
neocolonialismo... les da igual, todo es lo mismo para ellos. Esta gente
constituye una subcultura que ha sido denominada “cultura antagonista”.3
Allá donde un movimiento de resistencia comienza a surgir, estos izquierdistas
(o como se les quiera llamar) acuden en enjambres, como las moscas a la miel,
hasta que sobrepasan numéricamente a los miembros originales del movimiento, se
hacen con el control del mismo y lo convierten en otra facción izquierdista
más, volviéndolo inofensivo de este modo. La historia de Earth First![d] es un buen ejemplo de un
proceso de este tipo.4
4) Lo que se
necesita es un nuevo movimiento revolucionario, dedicado a la eliminación de la
sociedad tecnológica, que tome medidas para mantener alejados de él a todos los
izquierdistas, así como a los diversos neuróticos, vagos, incompetentes,
charlatanes e individuos con insuficiencia de autocontrol que se suelen sentir
atraídos por los movimientos de resistencia en los Estados Unidos[e] hoy en día. La forma que
un movimiento revolucionario debería tomar es una cuestión abierta a la
discusión. Lo que sí está claro es que, para empezar, las personas que se toman
en serio el problema de la tecnología deben establecer un contacto sistemático
entre sí y adquirir el sentido de que tienen un propósito común; deben
separarse estrictamente de la “cultura antagonista”; deben estar orientados
hacia la acción práctica, sin rechazar a priori siquiera las más extremas
formas de acción; y no deben tomar como meta propia nada que no sea la
disolución de la civilización tecnológica.
NOTAS:
1) Revista Wired, abril 2000; páginas
238-262.[f]
2) El perfil
del hombre y la cultura en México, Espasa-Calpe Mexicana, Ciudad de México,
1982 (originalmente publicado en 1934), páginas 104-105.
3) Véase Paul Hollander, The Survival of the Adversary Culture, Transaction Books, 1988.
4) El proceso es competentemente documentado por
Martha F. Lee en Earth First!:
Environmental Apocalypse, Syracuse University Press, 1995.
[a] Traducción de un fragmento del prólogo del
libro de Ted Kaczynski The Road to
Revolution, editado en el 2008 por la editorial suiza Xenia. [Nota del
traductor].
[b] Heinemann, 2003. Hay edición en castellano: Nuestra hora Final, Crítica, 2004. [Nota del Traductor].
[c] Oxford University Press, 2005.
[d] Earth First! (¡La Tierra Primero!) es un
grupo ecologista oriundo de Estados Unidos
que, como su nombre indica, en su origen tenía como principio fundamental que
los ecosistemas no artificiales eran lo más importante. [Nota del traductor].
[e] Kaczynski es un autor estadounidense que,
normalmente, escribe para estadounidenses. Sin embargo, los lectores
inteligentes y honestos no tendrán problemas a la hora de reconocer ejemplos de
este tipo de gente, en España o en cualquier otro país. [Nota del traductor].
[f] Existe traducción en castellano de este
artículo: “¿Por Qué el Futuro No Nos Necesita?”, en Tomar la Pastilla Roja. Ciencia, Filosofía y Religión en Matrix de
Glenn Gerold Obelisco, 2005, páginas 231-270. [Nota del Traductor].