Buscar este blog

sábado, 16 de enero de 2021

EN RESUMEN

 

EN RESUMEN[a]

Por Ted Kaczynski


Para una mayor claridad, quiero enumerar aquí en forma resumida los cuatro puntos principales que he tratado de plantear en mis escritos.

 

1) El progreso tecnológico nos está llevando a un desastre inevitable. Puede que sea un desastre físico (por ejemplo, algún tipo de catástrofe ambiental), o puede que sea un desastre en lo que se refiere a la dignidad humana (reducción de la raza humana a una condición degradada y servil). Pero ciertamente se producirá un desastre de un tipo u otro a causa del continuo progreso tecnológico.

   Ésta no es una opinión excéntrica. Entre aquellos que se muestran temerosos de las probables consecuencias del progreso tecnológico están Bill Joy, cuyo artículo “Why the Future Doesn’t Need Us”1 es ya famoso, Martin Rees, autor del libro Our Final Century[b], y Richard A. Posner, autor de Catastrophe: Risk and Response[c]. Ninguno de los tres puede ser tomado en absoluto por radical ni ser considerado como alguien predispuesto a mostrarse crítico con la presente estructura social. Richard Posner es un juez conservador del Tribunal de Apelaciones del Séptimo Circuito de los Estados Unidos. Bill Joy es un reconocido genio informático y Martin Rees es Astrónomo Real de Gran Bretaña. Estas dos últimas personas, habiendo dedicado sus vidas a la tecnología, difícilmente mostrarían temores respecto a ella sin tener un buen motivo.

   A Joy, Rees y Posner les preocupa sobre todo el desastre físico y la posibilidad (bastante probable de hecho) de que los seres humanos sean suplantados por máquinas. El desastre que el progreso tecnológico implica para la dignidad humana ha sido discutido por gente como Jacques Ellul y Lewis Mumford cuyos libros son ampliamente leídos y respetados. Ninguno de ambos es considerado excéntrico, marginal, ni nada parecido.

 

2) Sólo el colapso de la civilización tecnológica moderna puede evitar el desastre. Por supuesto, el colapso de la civilización tecnológica supondrá un desastre en sí mismo. Pero cuanto más continúe expandiéndose el sistema tecnoindustrial, peor será el desastre que acabará produciéndose. Un desastre menor ahora evitaría un desastre mayor más tarde.

   El desarrollo del sistema tecnoindustrial no puede ser controlado, restringido o dirigido, ni sus efectos pueden ser reducidos en un grado sustancial. Ésta, de nuevo, no es una opinión extravagante. Muchos escritores, comenzando por Karl Marx, han señalado la importancia fundamental de la tecnología como factor determinante del curso del desarrollo de la sociedad. De hecho, han reconocido que es la tecnología la que gobierna la sociedad y no al revés. Ellul, sobre todo, ha subrayado el carácter autónomo de la tecnología, es decir, el hecho de que la tecnología moderna ha tomado vida propia y no está sujeta ya al control humano. Ellul, de todos modos, no fue el primero en llegar a esta conclusión. Ya en 1934 el pensador mejicano Samuel Ramos2 planteó claramente el principio de la autonomía tecnológica; y esta noción fue ya vislumbrada en una época tan temprana como la década de 1860 por Samuel Butler. Por supuesto, no estoy cuestionando la evidencia de que los individuos o grupos humanos pueden controlar la tecnología en el sentido de que en un momento dado pueden decidir qué hacer con un aparato tecnológico concreto. Lo que el principio de la autonomía tecnológica plantea es que el desarrollo general de la tecnología en su conjunto, y sus consecuencias sociales a largo plazo, no obedecen a ninguna forma de control por parte de los seres humanos. Por tanto, mientras la tecnología moderna siga existiendo, poco podremos hacer para moderar sus efectos.

   Una idea que automáticamente se desprende de lo anterior es que nada salvo el colapso de la sociedad tecnológica podrá evitar un gran desastre. Por tanto, si queremos defendernos contra la tecnología, la única vía de acción que podemos tomar con alguna posibilidad de que llegue a ser efectiva es esforzarnos por precipitar el colapso de la sociedad tecnológica. Aunque esta conclusión es una consecuencia obvia del principio de la autonomía tecnológica, y aunque posiblemente esté implícita en ciertas afirmaciones de Ellul, no conozco ningún escritor convencional que haya reconocido explícitamente que nuestra única salida pase por el derrumbe de la sociedad tecnológica. Esta aparente ceguera ante lo que es obvio sólo puede ser explicada como fruto de la cobardía.

   Si queremos precipitar el derrumbe de la sociedad tecnológica, entonces nuestro fin es un fin revolucionario según cualquier definición razonable de éste término. Tenemos que asumir, entonces, la necesidad de una revolución en toda regla.


3) La izquierda política es la primera línea de defensa de la sociedad tecnológica contra la revolución. De hecho, la izquierda hoy en día actúa como una especie de extintor de incendios que desactiva y apaga cualquier potencial movimiento revolucionario. ¿A qué me refiero con lo de “la izquierda”? Si alguien piensa que el racismo, el sexismo, los derechos de los homosexuales, los derechos de los animales, los derechos de los pueblos indígenas... y la “justicia social” en general están entre los problemas más importantes a los que el mundo se enfrenta actualmente, entonces es un izquierdista en el sentido en que yo uso el término. Pero, se las llame como se las llame, las personas que desactivan los movimientos revolucionarios son individuos que se sienten atraídos indiscriminadamente por todo tipo de causas: racismo, sexismo, derechos de los homosexuales, derechos de los animales, el medioambiente, la pobreza, la explotación laboral, el neocolonialismo... les da igual, todo es lo mismo para ellos. Esta gente constituye una subcultura que ha sido denominada “cultura antagonista”.3 Allá donde un movimiento de resistencia comienza a surgir, estos izquierdistas (o como se les quiera llamar) acuden en enjambres, como las moscas a la miel, hasta que sobrepasan numéricamente a los miembros originales del movimiento, se hacen con el control del mismo y lo convierten en otra facción izquierdista más, volviéndolo inofensivo de este modo. La historia de Earth First![d] es un buen ejemplo de un proceso de este tipo.4

4) Lo que se necesita es un nuevo movimiento revolucionario, dedicado a la eliminación de la sociedad tecnológica, que tome medidas para mantener alejados de él a todos los izquierdistas, así como a los diversos neuróticos, vagos, incompetentes, charlatanes e individuos con insuficiencia de autocontrol que se suelen sentir atraídos por los movimientos de resistencia en los Estados Unidos[e] hoy en día. La forma que un movimiento revolucionario debería tomar es una cuestión abierta a la discusión. Lo que sí está claro es que, para empezar, las personas que se toman en serio el problema de la tecnología deben establecer un contacto sistemático entre sí y adquirir el sentido de que tienen un propósito común; deben separarse estrictamente de la “cultura antagonista”; deben estar orientados hacia la acción práctica, sin rechazar a priori siquiera las más extremas formas de acción; y no deben tomar como meta propia nada que no sea la disolución de la civilización tecnológica.


NOTAS:

 
1) Revista Wired, abril 2000; páginas 238-262.[f]
       

2) El perfil del hombre y la cultura en México, Espasa-Calpe Mexicana, Ciudad de México, 1982 (originalmente publicado en 1934), páginas 104-105.

3) Véase Paul Hollander, The Survival of the Adversary Culture, Transaction Books, 1988.

4) El proceso es competentemente documentado por Martha F. Lee en Earth First!: Environmental Apocalypse, Syracuse University Press, 1995.


 



[a] Traducción de un fragmento del prólogo del libro de Ted Kaczynski The Road to Revolution, editado en el 2008 por la editorial suiza Xenia. [Nota del traductor].

[b] Heinemann, 2003. Hay edición en castellano: Nuestra hora Final, Crítica, 2004. [Nota del Traductor].

[c] Oxford University Press, 2005.

[d] Earth First! (¡La Tierra Primero!) es un grupo ecologista oriundo de Estados Unidos que, como su nombre indica, en su origen tenía como principio fundamental que los ecosistemas no artificiales eran lo más importante. [Nota del traductor].

[e] Kaczynski es un autor estadounidense que, normalmente, escribe para estadounidenses. Sin embargo, los lectores inteligentes y honestos no tendrán problemas a la hora de reconocer ejemplos de este tipo de gente, en España o en cualquier otro país. [Nota del traductor].

[f] Existe traducción en castellano de este artículo: “¿Por Qué el Futuro No Nos Necesita?”, en Tomar la Pastilla Roja. Ciencia, Filosofía y Religión en Matrix de Glenn Gerold Obelisco, 2005, páginas 231-270. [Nota del Traductor].