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jueves, 22 de abril de 2021

GOLPEAD DONDE DUELA

Nota importante de Último Reducto

GOLPEAD DONDE DUELA[1],[2]

Por Ted Kaczynski

1)   EL PRÓPOSITO DE ESTE ARTÍCULO.

El propósito de este artículo es señalar un principio muy simple que rige los conflictos humanos, un principio que los oponentes en contra del sistema tecnoindustrial parecen estar pasando por alto. El principio es que en un conflicto de cualquier tipo, si quieres ganar, has de golpear a tu adversario donde le duela.

Es preciso explicar que cuando hablo de “golpear donde duela” no estoy necesariamente refiriéndome a golpes físicos o a ninguna otra forma de violencia física. Por ejemplo, en un debate oral, “golpear donde duela” significaría dirigir la discusión hacia dónde la posición de tu oponente sea más vulnerable. En las elecciones presidenciales, “golpear donde duela” significaría arrebatar a tu oponente los estados que aporten más votos en las elecciones. De todos modos, para discutir este principio usaré la analogía con el combate físico porque ilustra claramente y de manera gráfica lo que quiero expresar.

Si un hombre te lanza un puñetazo, no puedes defenderte golpeando su puño porque no podrás hacerle daño de ese modo. Para ganar la pelea, tienes que golpearle donde le duela. Eso significa que tienes que ir más allá de su puño y golpear las partes más sensibles y vulnerables del cuerpo de ese hombre.

Supón que un buldózer perteneciente a una compañía maderera ha estado arrasando los bosques cerca de tu casa y tú quieres pararlo. Es la pala del buldózer la que arranca la tierra y tira los árboles, pero sería una pérdida de tiempo golpear la pala con una maza. Si te dedicases a golpear con fuerza la pala con la maza durante todo un día, puede que consiguieses dañarla lo suficiente como para que quedara inservible, pero, en comparación con el resto del buldózer, la pala es relativamente barata y fácil de sustituir por otra nueva. La pala es sólo “el puño” con el que el buldózer golpea la tierra. Para estropear definitivamente la máquina debes ir más allá del “puño” y atacar las partes vitales del buldózer. El motor, por ejemplo, puede ser arruinado con una inversión de tiempo y esfuerzo muy pequeña mediante ciertos métodos bien conocidos por muchos radicales.

Llegados a este punto, he de aclarar que no estoy recomendando a nadie que dañe un buldózer (a menos que sea de su propiedad). Nada en este artículo debería ser interpretado como una recomendación de la realización de actividades ilegales de ningún tipo. Soy un preso y si estuviese animando a realizar actividades ilegales nunca hubiesen permitido que este artículo saliese de prisión. Uso la analogía con el buldózer sólo porque es clara y gráfica y será apreciada por los radicales.

2)   LA TECNOLOGIA ES EL OBJETIVO.

Es algo ampliamente reconocido que “la variable básica que determina el proceso histórico contemporáneo viene dada por el desarrollo tecnológico” (Celso Furtado en Latin American Radicalism, editado por Irving Louis Horowitz, Josué de Castro y John Gerassi, en Vintage Books, 1969, página 64). La tecnología, por encima de cualquier otra cosa, es responsable de la situación general del mundo y controlará su futuro desarrollo. Por consiguiente, el buldózer que hemos de destruir es la tecnología moderna en sí misma. Muchos radicales son conscientes de ello y, por tanto, se percatan de que su tarea es eliminar el sistema tecnoindustrial en su conjunto. Pero, desafortunadamente, prestan poca atención a la necesidad de golpear al sistema donde le duela.  
Destrozar un McDonald‘s o un Starbuck’s es algo absurdo. Y no lo digo porque a mí me importen un bledo McDonald’s o Starbuck’s. No me preocupa si alguien los destroza o no. Sin embargo, esa no es una actividad revolucionaria. Incluso si todas las cadenas de comida rápida del mundo fuesen arrasadas, el sistema tecnoindustrial sufriría unos daños mínimos como resultado de ello y podría sobrevivir fácilmente sin cadenas de comida rápida. Cuando atacas un McDonald’s o un Starbuck’s, no estás golpeando donde duele.          
Hace unos meses recibí una carta de un joven de Dinamarca que creía que el sistema tecnoindustrial tenía que ser eliminado porque, como muy bien señalaba, “¿qué pasará si seguimos por este camino?”. Sin embargo, su forma de entender la actividad “revolucionaria” parece que era atacar granjas peleteras. Como forma de debilitar el sistema tecnoindustrial esa actividad es completamente inútil. Incluso si los liberadores de animales tuviesen éxito en su intento de eliminar completamente la industria peletera no causarían ningún daño al conjunto del sistema, ya que el sistema puede apañárselas perfectamente sin usar pieles. Estoy de acuerdo en que mantener animales salvajes en jaulas es intolerable y en que poner fin a tales prácticas es una noble causa. Y hay otras muchas causas nobles, tales como prevenir los accidentes de tráfico, dar cobijo a los “sintecho”, reciclar, o ayudar a los ancianos a cruzar la calle. Pero nadie es tan tonto como para tomarlas por actividades revolucionarias, ni como para imaginar que al llevarlas a cabo está haciendo algo que debilite el sistema.

3)   LA INDUSTRIA MADERERA ES UN ASUNTO SECUNDARIO.

Veamos otro ejemplo, nadie en su sano juicio cree que algo como los ecosistemas salvajes vaya a sobrevivir durante mucho más tiempo si el sistema tecnoindustrial continúa existiendo. Muchos ecologistas radicales están de acuerdo en esto y desean el hundimiento del sistema. Pero en la práctica todo lo que hacen es atacar la industria maderera.           

Ciertamente, no tengo nada que objetar a su ataque contra la industria maderera. De hecho, ése es un asunto que siento en el alma como propio y me alegraré enormemente con cada uno de los éxitos en contra de la industria maderera que los radicales puedan conseguir. Además, por razones que no vienen al caso, considero que la oposición a la industria maderera debería ser un elemento que formase parte de la lucha por destruir el sistema.
Pero, por sí mismo, atacar a la industria maderera no es un modo eficaz de luchar contra el sistema, porque incluso en el improbable caso de que los radicales consiguiesen parar todas las talas en todos los lugares del mundo, eso no derrumbaría el sistema. Y no salvaría de un modo definitivo las zonas salvajes. Antes o después la situación política cambiaría y las talas se reanudarían. Incluso si las talas no se reanudasen, habría otras vías a través de las cuales los ecosistemas salvajes serían destruidos, o si no destruidos, al menos sometidos y domesticados. La minería y la prospección minera, la lluvia ácida, los cambios climáticos y la extinción de especies destruyen las tierras salvajes; la vida salvaje es subyugada y domesticada mediante las actividades e infraestructuras de recreo, los estudios científicos y la gestión de recursos, que incluyen entre otras cosas, el seguimiento de animales mediante dispositivos electrónicos, la repoblación de los ríos y arroyos con peces de criadero y la plantación de árboles genéticamente modificados.  

Las tierras salvajes sólo pueden ser salvadas de modo definitivo mediante la eliminación del sistema tecnoindustrial. Y no se puede eliminar el sistema atacando la industria maderera. El sistema podría fácilmente sobrevivir a la muerte de la industria maderera, ya que los productos de la madera, a pesar de ser muy útiles para el sistema, podrían ser reemplazados por otros materiales si fuese necesario.

Por consiguiente, cuando se ataca la industria maderera, no se está golpeando al sistema donde le duela. La industria maderera es sólo el “puño” (o uno de los muchos) con que el sistema destruye los ecosistemas salvajes y, como en una pelea a puñetazos, no se puede ganar golpeando el puño del adversario. Hay que ir más allá del puño golpear en los órganos más sensibles y vitales del sistema. Usando medios legales, tales como protestas pacíficas, por supuesto.

4)   POR QUÉ EL SISTEMA ES PERSISTENTE.

El sistema tecnoindustrial es excepcionalmente persistente debido a su estructura llamada “democrática” y a la consiguiente flexibilidad que ésta le otorga. Debido a que los sistemas dictatoriales tienden a ser rígidos, las tensiones y la resistencia sociales pueden surgir y desarrollarse en ellos hasta el punto de dañar y debilitar el sistema y provocar la revolución. Pero en un sistema “democrático”, cuando la tensión y resistencia sociales crecen peligrosamente, el sistema cede lo suficiente, se amolda lo justo para reducir la intensidad de esas tensiones hasta un nivel que le resulte seguro.

Durante los años 60 la gente comenzó a hacerse consciente de que la contaminación ambiental era un serio problema, sobre todo porque la mala calidad del aire en nuestras principales ciudades era tal que incluso podía verse y olerse y comenzaba a incomodar físicamente a las personas. Se elevaron las suficientes protestas como para que se estableciera la Agencia de Protección Medioambiental y se tomasen medidas para aliviar el problema. Por supuesto, todos sabemos que nuestros problemas de polución están muy, pero que muy lejos de haber sido resueltos. Pero se hizo lo suficiente como para acallar las protestas públicas y que así el nivel de presión que soportaba el sistema se mantuviese bajo por unos cuantos años.

Así que, atacar al sistema es como golpear un trozo de goma. Un golpe con un martillo puede hacer pedazos el hierro templado, porque éste es rígido y frágil. Pero se puede golpear un trozo de goma sin dañarlo en absoluto, ya que es flexible: cede ante el martillo y recupera su forma original en cuanto se agota la fuerza del golpe. El sistema industrial “democrático” es así: cede ante las protestas, sólo lo suficiente para que éstas pierdan su fuerza e ímpetu. Y después recupera su forma original de nuevo.

Por tanto, para golpear al sistema donde le duela, se necesita seleccionar aspectos en los cuales el sistema no pueda ceder, en los que se vea obligado a luchar hasta el final. Por consiguiente, lo que se necesita no es buscar la negociación con el sistema sino una lucha a vida o muerte en su contra.

5)   ES INUTIL ATACAR AL SISTEMA BASÁNDOSE EN SUS PROPIOS VALORES.

Es absolutamente esencial atacar al sistema, no basándose en sus propios valores favorables a la tecnología, sino en valores que sean incompatibles con los valores del sistema. Mientras se ataque al sistema basándose en sus propios valores, no se le golpeará dónde le duele y se permitirá que el sistema desarme las protestas cediendo, amoldándose a ellas.

Por ejemplo, si se ataca la industria maderera tomando como base principal que los bosques son necesarios para conservar los recursos hídricos y como zonas de recreo, entonces el sistema puede ceder terreno para desactivar la protesta sin poner en peligro sus propios valores: la conservación de los recursos hídricos y de las zonas de recreo es totalmente compatible con los valores del sistema y, si el sistema cede, si restringe las extracciones madereras para conservar el agua y las zonas de esparcimiento, lo que está haciendo en este caso sólo es una retirada táctica para que así su código de valores no sufra una derrota estratégica.

Si se promueve la lucha contra la victimización (las luchas contra el racismo, el sexismo, la homofobia o la pobreza, por ejemplo) no se están poniendo en peligro los valores del sistema, ni siquiera se está forzando al sistema a ceder o pactar. Se está ayudando directamente al sistema. Todos los expertos y gestores del sistema están de acuerdo siempre en que el racismo, el sexismo, la homofobia y la pobreza son dañinos para el sistema y ésta es la razón por la cual el propio sistema se esfuerza en combatir éstas u otras formas de victimización.

La explotación laboral, con sus bajos salarios y sus condiciones de trabajo miserables, puede beneficiar a ciertas empresas, pero los expertos y gestores del sistema saben muy bien que el sistema en su conjunto funciona mejor cuando los trabajadores son tratados dignamente. Al luchar contra la explotación laboral se está ayudando al sistema, no debilitándolo.

Muchos radicales caen en la tentación de centrarse en luchar contra problemas no esenciales tales como el racismo, el sexismo y la explotación laboral porque es fácil hacerlo así. Toman un asunto respecto del cual el sistema pueda permitirse negociar y con el cual podrán obtener el apoyo de los políticos progres, de los sindicatos y de los demás reformistas “rojillos”. Quizá el sistema, bajo esa presión, ceda un poco y los activistas obtengan algunos resultados visibles como premio a sus esfuerzos, además de la satisfactoria ilusión de haber conseguido algo. Pero en realidad no habrán conseguido nada en absoluto en lo que respecta a la eliminación del sistema tecnoindustrial.

El tema de la globalización no es completamente ajeno al problema de la tecnología. El conjunto de medidas económicas y políticas llamado globalización promueve el crecimiento económico y, consecuentemente, el progreso tecnológico. Pero aun así, la globalización es un tema marginal de importancia secundaria y no es un objetivo acertado para que los revolucionarios lo combatan. El sistema puede permitirse ceder terreno en lo referente a la globalización. Sin abandonar la globalización como tal, el sistema puede dar ciertos pasos para mitigar las consecuencias negativas ambientales y económicas de la globalización para así calmar las protestas. Y si no tuviese otro remedio, el sistema podría incluso permitirse parar la globalización por completo. El desarrollo y el progreso continuarían de todos modos, sólo que a un ritmo ligeramente menor. Y cuando se combate la globalización, no se están atacando los valores fundamentales del sistema. La oposición a la globalización lo que busca es conseguir sueldos dignos para los trabajadores y proteger el entorno, cosas ambas completamente compatibles con los valores del sistema (el sistema, para su propia supervivencia, no quede permitirse que la degradación del entorno pase de cierto límite). En consecuencia, al combatir la globalización no se está golpeando al sistema donde realmente le duele. Los esfuerzos realizados en este sentido pueden promover reformas, pero son inútiles para conseguir la destrucción del sistema tecnoindustrial.


6) LOS RADICALES DEBERÍAN ATACAR AL SISTEMA EN SUS PARTES VITALES.

 
Para trabajar de un modo efectivo en la eliminación del sistema tecnoindustrial, los revolucionarios deben atacar al sistema en aspectos en los que no pueda permitirse ceder terreno. Han de atacar los órganos vitales del sistema. Por supuesto, cuando uso el término “atacar”, no me refiero al ataque físico, sino solamente a las formas legales de protesta y resistencia.

Algunos ejemplos de órganos vitales del sistema son:

A) La industria de la energía eléctrica. El sistema es totalmente dependiente de su red de energía eléctrica.

B)  La industria de las comunicaciones. Sin comunicaciones rápidas, por ejemplo, por medio del teléfono, de la radio, de la televisión, del correo electrónico y similares, el sistema no podría sobrevivir.

C)  La industria informática. Todos sabemos que sin ordenadores el sistema se vendría abajo rápidamente.

D) La industria de la propaganda. La industria de la propaganda incluye la industria del entretenimiento, el sistema educativo, el periodismo, la publicidad, las relaciones públicas y gran parte de la política y de la industria de la salud mental. El sistema no puede funcionar a no ser que la gente sea lo suficientemente dócil y se conforme y adopte las actitudes que el sistema necesita que tenga. La función de la industria de la propaganda es educar a la gente en ese tipo de pensamiento y comportamiento.

E)  La industria de la biotecnología. El sistema no es aún (al menos por lo que yo conozco) físicamente dependiente de la biotecnología avanzada. Sin embargo, el sistema no puede permitirse ceder respecto al asunto de la biotecnología, ya que es un tema de importancia capital para él, tal y como mostraré enseguida.

 

   Insisto: Cuando se atacan estos órganos vitales del sistema, es esencial no atacarlos en base a los propios valores del sistema sino en base a valores incompatibles con ellos. Por ejemplo si se ataca la industria de la energía eléctrica en base a que contamina el entorno, el sistema puede desarmar la protesta desarrollando métodos más limpios de producir electricidad. Y si aun así las cosas se le pusiesen feas, el sistema podría incluso funcionar completamente con energía eólica y solar. Esto podría suponer una reducción de los daños ambientales, pero no pondría fin al sistema tecnoindustrial. Ni tampoco supondría una derrota de los valores fundamentales del sistema. Para conseguir algo en contra del sistema habría que atacar toda producción de energía eléctrica en sí misma, en base a que la dependencia de la electricidad hace a la gente dependiente del sistema. Este es un fundamento básico incompatible con los principios del sistema.

7)   LA BIOTECNOLOGIA PUEDE SER EL MEJOR OBJETIVO PARA EL ATAQUE POLÍTICO.

Probablemente el objetivo más prometedor para el ataque “político” sea la industria de la biotecnología. Aunque las revoluciones son por lo general llevadas a cabo por minorías, es muy útil obtener cierto grado de apoyo, simpatía o al menos aceptación por parte de la población en general. Obtener este tipo de apoyo o aceptación es una de las metas de la actividad política. Si se concentrase el ataque político en, por ejemplo, la industria de la energía eléctrica, seria extremadamente difícil obtener algún apoyo más allá del de una minoría radical, ya que la mayoría de la gente se resiste a cambiar su modo de vida, especialmente si considera que ese cambio le supondrá inconvenientes. Por eso pocos estarían dispuestos a vivir sin electricidad.

Pero la gente no se siente aún tan dependiente de la biotecnología avanzada como lo es de la electricidad. Eliminar la biotecnología no cambiará radicalmente sus vidas. Al contrario, debería ser posible mostrar a la gente que de continuar el desarrollo de la biotecnología, su modo de vida se vería transformado y que desaparecerían por completo ciertos antiguos valores humanos. Así que, al combatir la biotecnología, los radicales deberían ser capaces de movilizar en su propio favor la resistencia natural del ser humano a los cambios.

Y la biotecnología es un asunto respecto al cual el sistema no puede permitirse perder. Es una lucha en la que el sistema tiene que pelear hasta el final, que es precisamente lo que necesitamos. Pero -lo repito una vez más- es esencial atacar la biotecnología no en base a los propios valores del sistema sino en base a valores incompatibles con ellos. Por ejemplo, si se ataca la biotecnología basándose principalmente en que puede dañar el entorno, o en que los alimentos genéticamente modificados pueden ser dañinos para la salud, el sistema puede amortiguar esos ataques, y lo hará, cediendo terreno o negociando -por ejemplo, aumentando la vigilancia y el control sobre las investigaciones genéticas y obligando a que los cultivos genéticamente modificados se sometan a unas pruebas y regulaciones más rigurosas. Así la preocupación de la gente disminuirá y, junto con ella, las protestas. 

8)   LA BIOTECIOLOGÍA, EN CUALQUIERA DE SUS FORMAS, DEBE SER ATACADA EN SÍ MISMA.

Así que, en lugar de protestar contra una u otra consecuencia negativa de la biotecnología, hay que atacar toda la biotecnología moderna en sí, basándose en cosas tales como: (a) que es un insulto a todos los seres vivos; (b) que pone demasiado poder en manos del sistema; (c) que transformará radicalmente valores humanos fundamentales que han existido durante miles de años; y otros fundamentos que sean incompatibles con los valores del sistema.

En respuesta a este tipo de ataque el sistema ha de dar la cara y luchar. No puede permitirse amortiguar el ataque cediendo lo más mínimo, porque la biotecnología es algo imprescindible para el conjunto del proyecto del progreso tecnológico y porque, en lo referente a su código de valores, si cediese el sistema no estaría llevando a cabo una retirada táctica, sino que estaría sufriendo una derrota estratégica. Esos valores estarían siendo socavados y se abriría la puerta a otros posteriores ataques políticos que podrían desmontar los fundamentos del sistema.

Veamos un ejemplo: La Cámara de los Representantes[3] de los Estados Unidos votó recientemente a favor de prohibir la clonación de seres humanos, y al menos algunos congresistas explicaron por qué lo hicieron dando razones del tipo adecuado. Las razones que yo leí se enmarcaban en términos religiosos, pero sea lo que sea que se piense acerca de las creencias religiosas, esas razones eran inaceptables para el sistema tecnoindustrial. Y eso es lo que importa.

Por tanto, el voto de los congresistas en contra de la clonación humana supuso una auténtica derrota para el sistema. Pero fue sólo una muy, muy pequeña derrota, debido a lo restringido de la prohibición -sólo una minúscula parte de la biotecnología se vio afectada- y debido a que, en un futuro cercano, la clonación de seres humanos tendrá poca utilidad para el sistema de todos modos. Pero la actuación de la Cámara de los Representantes sugiere que éste puede ser un punto en el cual el sistema es vulnerable y que un ataque más amplio contra la biotecnología en su conjunto podría inflingir graves daños al sistema y a sus valores.

9)   LOS RADICALES AÚN NO ESTÁN ATACANDO LA BIOTECNOLOGIA EFICAZMENTE.

Algunos radicales atacan la biotecnología, bien políticamente bien físicamente, pero, por lo que yo sé, explican su oposición a la misma basándose en los valores del propio sistema. Esto es, su mayor preocupación son los riesgos de daño ambiental y de perjuicios para la salud.

Y así no están golpeando a la industria biotecnológica donde le duele. Usando de nuevo la analogía con el combate físico, supongamos que alguien se tuviese que defender de un pulpo gigante. No sería capaz de contraatacar eficazmente si sólo cortase las puntas de los tentáculos. Tendría que darle en la cabeza. Por lo que yo he leído acerca de sus actividades, los radicales que luchan contra la biotecnología aún no hacen más que cortar las puntas de los tentáculos del pulpo. Intentan persuadir a los granjeros convencionales, individualmente, de que se abstengan de sembrar semillas genéticamente manipuladas. Pero hay muchos miles de granjas en el mundo, así que persuadir a los granjeros individualmente es un modo tremendamente ineficaz de combatir la ingeniería genética. Sería mucho más eficaz persuadir a científicos relacionados con investigaciones biotecnológicas, o a ejecutivos de compañías como Monsanto, de que abandonen la industria biotecnológica. Los investigadores científicos de alto nivel son gente que tiene aptitudes especiales y una elaborada formación, por lo que son difíciles de reemplazar. Lo mismo sucede con los ejecutivos de alto nivel de las multinacionales. Persuadiendo sólo a unos pocos de estos individuos de que abandonasen la biotecnología se causaría más daño a la industria biotecnológica que persuadiendo a un millar de granjeros de que no cultivasen semillas genéticamente manipuladas.

10)  GOLPEAD DONDE DUELA.

Es discutible si tengo razón al pensar que la biotecnología es el mejor campo en el cual atacar al sistema políticamente. Pero está más allá de toda duda que los radicales, hoy en día, están desperdiciando sus energías en luchas que tienen poca o ninguna relevancia para la supervivencia del sistema tecnológico. E incluso cuando eligen los temas adecuados, los radicales no golpean donde duele. Así que en lugar de ir corriendo a la próxima cumbre sobre comercio mundial a tener otra furiosa pataleta en contra de la globalización, los radicales deberían dedicar algún tiempo a pensar cómo golpear al sistema donde realmente le duela. Por medios legales, claro.

 



[1] Traducción a cargo de Último Reducto del texto original “Hit Where It Hurts”, extraído de Green Anarchy, nº 8, Primavera 2002. N. del t.

[2] Kaczynski es un autor estadounidense y, en este artículo, escribe para el público estadounidense. Debido a ello en el texto se hace referencia a diversas circunstancias propias de EE.UU. que en muchos casos no se dan del mismo modo (o no se producen en absoluto) en otros países. El lector inteligente debería ser capaz de establecer, cuando sea necesario y posible, las analogías necesarias con las circunstancias e instituciones de su propio país sin demasiado esfuerzo. N. del t.

[3] La Cámara de los Representantes es una de las dos cámaras que forman el Congreso de los Estados Unidos de América. La otra es el Senado. N. del t.