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domingo, 6 de septiembre de 2020

INTERCAMBIOS DE CORRESPONDENCIA V (Parte II): sobre la Naturaleza y los seres humanos primitivos.


ADAPTACIONES DE FRAGMENTOS DE VARIOS INTERCAMBIOS DE CORRESPONDENCIA V (Parte II): 
sobre la Naturaleza y los seres humanos primitivos.

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E.P.: He leído su libro, Con Amigos como éstos…. Me ha ayudado a aclarar las diferencias entre los puntos de referencia de la ideología del antiindustrialismo humanista y la contraria a la sociedad tecnoindustrial por amor a la Naturaleza salvaje. Sobre todo en lo referente al concepto de libertad y su definición en relación a la Naturaleza salvaje.  

Aparentemente, Los Amigos de Ludd (LAL) no eran conscientes de las diferencias entre el anarcoprimitivismo izquierdista y las  ideas  de ustedes. Quizá no sean capaces de imaginar que alguien podría preferir una vida dura pero libre (una vida que no tenga las características de una utopía izquierdista) y considerarla el modo de vida más digno de ser vivido.  

Todo lo que hacen esa tropa constituida por LAL e izquierdistas antiindustriales similares es simplemente quejarse. Vale, la sociedad industrial es mala, ¿y qué? ¿Cómo nos libramos de ella? Parecen imaginar que es posible deconstruir de algún modo la sociedad industrial apartándose de ella y creando comunidades a las que daría forma el “diálogo social” (sea lo que sea que esto signifique). Aunque creyesen realmente que las sociedades agrícolas preindustriales son un ideal al que merece la pena aspirar y aunque se lo tomasen en serio, necesitarían de todos modos perseguir la destrucción física de la sociedad industrial independientemente del hecho de que no tomasen las sociedades cazadoras-recolectoras como un ideal al que aspirar. Porque la consecuencia de este acto sería la restitución, en la mayor parte de la superficie terrestre, de esas sociedades agrícolas preindustriales que han generado su tan querida herencia cultural. Sin embargo, tampoco defienden eso. Quizá porque no están seguros de si realmente lo quieren o no. Toda su ideología, la cual ellos decoran con un estilo pomposo, se reduce a  un impasse.  Aparte de quejarse por todo.

En lo que respecta a su debate con LAL acerca de la capacidad de autorregulación de los animales y de su capacidad de crear condiciones psicosociales. Creo que LAL están tan absortos en los textos clásicos que ni son conscientes de los estudios científicos acerca de los seres humanos en particular y de los animales en general (la etología, la neurociencia, las investigaciones hechas en diferentes especies de primates, etc.). Las únicas fuentes que usan como puntos de referencia para definir cosas como la libertad, la naturaleza humana, etc. son los textos humanistas clásicos. Este es quizá el motivo por el que aún siguen aferrados a nociones humanistas acerca de la exclusividad de la humanidad. Pasan por alto el hecho de que lo que nos hace morales o conscientes son las capacidades biológicas innatas y que esas capacidades innatas que son la fuente de la moralidad y de la consciencia, han sido en su mayor parte generadas por los procesos evolutivos. Y que la moralidad y la consciencia no son algo que se construya a partir de la nada durante el proceso de humanización. Definen la libertad como algo que necesita ser construido socialmente. Cuando dicen que la libertad no es algo dado sino que es algo que necesita ser conquistado, viene a ser lo mismo que si dijesen que no hay libertad en la naturaleza sino que la libertad es algo que sólo puede ser construido en ciertas situaciones sociales. J.R.H. incluso llega negar que la locomoción esté relacionada con la libertad. Hace falta un grado considerable de “educación” humanista clásica para negar que la locomoción está inherentemente relacionada con la libertad.

El argumento (que también LAL usan en su invitación al debate) de que la intervención humana en la Naturaleza es consustancial a la existencia humana y de que es imposible diferenciar entre las intervenciones de las sociedades tecnológicas, agrícolas y cazadoras-recolectoras es muy común entre los defensores del progreso tecnológico. Presentan esto como la demostración del hecho de que los seres humanos intervienen en la Naturaleza en cada nivel de existencia de los mismos y de que esa intervención en la Naturaleza tiene una continuidad histórica desde las sociedades cazadoras-recolectoras nómadas hasta las sociedades tecnoindustriales. También usan el mismo argumento con los avances tecnológicos. Ponen todas las tecnologías, desde las simples lanzas de madera a los misiles nucleares, en la misma línea del avance histórico de la tecnología. Y de este modo equiparan la existencia humana con la tecnología. Al hacer esto intentan legitimar las actividades del sistema tecnoindustrial y presentarlo como una consecuencia normal de la existencia humana.  

Recientemente encontré una de las manifestaciones de este fenómeno en el libro de Laurent Testot, Cataclysmes: Une Histoire Environmentale de L’Humanité (Payot, 2017). El autor es un periodista profesional y trabaja en lo que él llama el campo de la Historia Global. Según Testot, tras la llegada de los seres humanos a Australia, la flora y la fauna de ese continente cambiaron de forma masiva y se convirtieron en un producto de la intervención humana en lugar de en el resultado de los procesos naturales. Según Testot, el continente fue colonizado por los seres humanos hace al menos 50.000 años. Los primeros colonizadores vivían en un continente árido en el que, de todos modos, en algunos lugares alrededor de ríos y lagos las estepas daban paso a grandes bosques. Había gran número de marsupiales, entre ellos grandes herbívoros y una cantidad proporcional de carnívoros especialistas. Wombats, canguros gigantes, “leones” marsupiales, “lobos” marsupiales (tilacinos), diablos de Tasmania, aves gigantes similares a avestruces, cocodrilos terrestres de cinco metros de largo, etc. Sin embargo, tras su llegada, los seres humanos exterminaron la mayoría de esta megafauna herbívora y todas las especies de aves gigantes. Y los grandes carnívoros marsupiales, dado de la mayoría de sus presas habían sido exterminadas, se extinguieron a su vez. Con el exterminio de los grandes herbívoros, las estepas fueron pasto de incendios recurrentes. La megafauna extinta había estado consumiendo el exceso de hierba. Sin los animales consumiendo esta hierba, los arbustos crecieron sin control y, durante las estaciones secas, se  volvieron excesivamente vulnerables a los incendios y esto a su vez destruyó los últimos bosques. Después de esto, la flora de Australia fue seleccionada por y para los incendios. La Spinifex, que necesita arder para diseminarse, se hizo la especie de gramínea dominante y el eucalipto, debido a su resistencia al fuego, se convirtió en la especie de árbol dominante. Por tanto, con la llegada de los seres humanos, la biodiversidad se vio erosionada y se creó un nuevo equilibrio. De ahí en adelante los seres humanos provocaban incendios controlados de la vegetación. Estos fuegos facilitaban el crecimiento de las raíces y de las plantas usadas como combustible, así como la multiplicación de las especies de caza menor. Y la consecuencia de todo ello fue que, a pesar de su pequeño número (según Testot la población de Australia muy probablemente nunca superó el millón de habitantes) y del estado rudimentario de su tecnología, la huella que los aborígenes imprimieron en el continente fue bastante grande; fueron los jardineros de Australia y este continente fue su huerto. No obstante, Testot también dice en favor de los aborígenes que éstos alcanzaron cierto equilibrio con su entorno y se adaptaron con éxito a la vida en el desierto.

Aun si no hubiese exageración en estas historias y fuesen mayoritariamente ciertas, sigo creyendo que la relación de los cazadores-recolectores con su entorno no puede ser definida como algo externo a la Naturaleza ni como una subyugación de la misma, sino como un proceso interno de la propia Naturaleza. Y que estas prácticas de las sociedades cazadoras-recolectoras no pueden ser equiparadas con las intervenciones  en la Naturaleza de las sociedades agrícolas o tecnoindustriales. Sin embargo, me parece que esta opinión está basada en su mayor parte en juicios de valor en lugar de en criterios objetivos.

U.R.: Yo también creo que la “intervención” en (o, mejor dicho, modificar de algún modo y producir algunos efectos en) su entorno es algo consustancial a los seres humanos, como lo es para el resto de especies, y también creo que existe una continuidad en el proceso histórico del desarrollo tecnológico y social. Y estos simplemente son hechos evidentes, en principio completamente independientes de valores y juicios. Aunque los hechos pueden ser, y a menudo son, interpretados y valorados de formas diferentes (o incluso son reconocidos o pasados por alto) según quién y para qué los interprete y evalúe, esto ya es hacer juicios de valor. Y los juicios de valor son algo bastante independiente de las meras descripciones de los hechos.

Los efectos directos e indirectos que los grupos humanos muy pequeños y las herramientas muy simples hechas a mano a pequeña escala a partir de materiales no modificados tomados directamente de la Naturaleza tienen en los ecosistemas y en el comportamiento humano no son equiparables con los enormes y graves efectos ecológicos y sociales, directos e indirectos, que causan las sociedades modernas y los sistemas de herramientas (máquinas) industriales complejos. Ni cuantitativa ni cualitativamente. Por mucho que otros seres vivos también modifiquen su entorno en cierta medida y por mucho que ambos extremos del espectro histórico (las sociedades humanas más primitivas y las más modernas) pertenezcan a un solo proceso continuo y gradual de desarrollo social y tecnológico. Comparadas con las alteraciones causadas en la Naturaleza por la sociedad tecnoindustrial, las modificaciones que una sociedad cazadora-recolectora nómada primitiva causa en ella son prácticamente inapreciables en casi todos los casos. 


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