Función de la pseudocrítica y la pseudorrevolución en la sociedad tecnoindustrial[1]
Definición:
Último Reducto entiende por
“izquierdismo”[2]
cualquier corriente o tendencia social que se fundamente en los siguientes
valores: igualdad, solidaridad expandida[3] y compasión
hacia grupos de presuntas víctimas (con estos u otros
nombres: “justicia social”, “cooperación”, “fraternidad”,
“amor universal”, “paz”, etc.).
En general, el concepto de
izquierdismo incluye casi cualquier corriente aparentemente crítica que
no trate realmente de combatir la sociedad moderna sino de “mejorarla”.[4] El
izquierdismo, por lo general, no pretende acabar con la sociedad
tecnoindustrial, sólo trata de que ésta cumpla los valores arriba señalados.
Que sea (más) “justa”, (más) “igualitaria”, (más) “solidaria”, etc. Aunque
también hay izquierdismos “radicales” que dicen pretender combatir el
sistema (normalmente le añaden adjetivos como “capitalista”, “imperialista” o
“patriarcal”), siempre lo hacen basándose en esos valores.
El izquierdismo incluye, en
general, eso que normalmente se entiende por izquierda, pero no sólo
eso. El concepto de “izquierda” suele ser (casi) sinónimo de socialismo
(en casi todas sus versiones -incluidas las libertarias o anarquistas-),
pero también hay “izquierdismos” no socialistas (por ejemplo, todas las
corrientes e iniciativas humanitarias derivadas exclusivamente del liberalismo
filosófico o de la filantropía cristiana -ciertas asociaciones de
base, ciertas organizaciones caritativas, algunas misiones, etc.-). De
hecho, al menos algunos de los valores e ideales fundamentales de la
mayor parte de eso que hoy en día se suele llamar “derecha” son en el fondo
los mismos que los de lo que se denomina “izquierda”.
El izquierdismo, en concreto,
abarca todas las luchas e iniciativas, gubernamentales o no, por la igualdad
y los derechos de presuntos “oprimidos” (“antipatriarcalismo”
en general y feminismo en particular, “liberación” homosexual,
antirracismo, solidaridad con los inmigrantes,
ayuda a los pobres, iniciativas para la integración
social de los marginados y excluidos, defensa de los trabajadores,
de los parados, de los minusválidos, de los animales, etc.), a favor del desarrollo (“sostenible”,
suelen añadir), de la justicia, de la paz, de las “libertades
” y los derechos y de la democracia en general (luchas por el
reparto de la riqueza, corrientes favorables a la “normalización” de
las drogas o a la “liberación sexual”, antimilitarismos,
pacifismos, “ecologismos”
sociales -aquellas corrientes que aun denominándose ecologistas se
centran prioritariamente en asuntos meramente sociales anteponiéndolos a los
problemas realmente ecológicos-[5] y ambientalismos
-corrientes cuya función real es mantener el entorno lo suficientemente
habitable para que la población pueda seguir cumpliendo óptimamente con las
exigencias de la sociedad tecnoindustrial-, anticapitalismos, etc.).
Abarca, pues, la práctica totalidad de eso que se llama “movimientos
sociales”, “contestatarios”,
“antagonistas”, “alternativos”,
etc. así como la inmensa mayoría de las ONGs, además de cualquier
iniciativa, oficial o no, basada en favorecer la igualdad, la
solidaridad (expandida) y la defensa de presuntas víctimas (iniciativas que hoy
en día abarcan buena parte de las actividades de los gobiernos e instituciones).
Se suele considerar que “progresismo”
e “izquierdismo” son sinónimos, y ciertamente así suele ser normalmente, pero
no siempre. Si la idea de progreso[6] que
defiende un progresismo está basada en aumentar la igualdad, la solidaridad y
la defensa de presuntas víctimas (que suele ser precisamente la noción de
progreso de casi todos los progresismos actuales) dicho progresismo es
izquierdismo. Pero no todo progresismo tiene esa idea humanitaria de progreso:
el colonialismo decimonónico, por ejemplo, se basaba, para justificar sus
desmanes, en otra idea de progreso mucho menos “delicada” y para nada
compatible con el progresismo izquierdista.
Por otro lado, aunque el
izquierdismo suele ser abiertamente progresista, hay también corrientes
izquierdistas minoritarias presuntamente contrarias al progreso, es
decir, supuestamente no progresistas.[7]
Hoy en día, y desde hace ya
décadas, la ideología dominante en la sociedad tecnoindustrial es izquierdista.
Las instituciones y los medios de comunicación de masas se basan en los valores
fundamentales izquierdistas de igualdad, solidaridad (expandida) y victimismo,
y los transmiten y ponen en práctica adoptando, apoyando y fomentando muchas de
las propuestas que antaño defendían exclusivamente sectores minoritarios (los
izquierdistas de aquella época). Basta con observar mínimamente la propaganda
institucional, las noticias, las formas masivas de arte y entretenimiento, la
publicidad, etc. para darse cuenta de ello. En consecuencia, la población en
general ha asumido los valores izquierdistas de dicha propaganda, en mayor o menor
grado.
Sin embargo, mucha gente está convencida de que dichos
valores izquierdistas son no sólo minoritarios, sino contrarios a los de la
sociedad moderna actual a la cual consideran insolidaria y promotora de la
desigualdad. Esta propia creencia es a su vez parte fundamental del
izquierdismo pues lo justifica y promueve.
Valoración:
El izquierdismo ayuda al sistema
La igualdad, la solidaridad
con individuos y grupos no allegados y la ayuda a las presuntas víctimas y
oprimidos son imprescindibles para evitar conflictos, tensiones y
comportamientos antisociales contrarios al funcionamiento eficiente de la
maquinaria social. Dichos valores son necesarios para mantener la cohesión del
sistema tecnoindustrial y evitar su disgregación y desorganización. Al asumirlos
como propios y promoverlos, el izquierdismo ayuda al sistema.
El izquierdismo se basa, por
consiguiente, en valores que son esenciales para la sociedad tecnoindustrial.
En consecuencia, lo que el izquierdismo pone en cuestión no es el sistema social
en sí, sino sólo el que, según los izquierdistas, dicho sistema no cumpla
suficientemente con dichos valores ni, por tanto, persiga suficientemente los
fines que esos valores implican. Así pues, el efecto del izquierdismo nunca
puede ser acabar con el sistema social, sino sólo “perfeccionarlo”, de modo que
funcione más eficientemente. Por consiguiente, el izquierdismo es
inevitablemente reformista y jamás es realmente revolucionario.[8]
Cuando el izquierdismo no se reconoce a sí mismo como reformista y se presenta
a sí mismo como “revolucionario” es pseudorrevolucionario (cosa habitual
en las formas de izquierdismo más radicales).
En relación con lo anterior,
el izquierdismo es un mecanismo de alarma, autorreparación,
automantenimiento y autocatálisis del funcionamiento y
desarrollo del propio sistema tecnoindustrial. Con sus críticas el
izquierdismo actúa como mecanismo de alarma que señala los puntos flojos, las
contradicciones, los límites, los fallos, etc. del sistema tecnoindustrial. Y
con sus propuestas favorece la reparación y reajuste del sistema, promoviendo
“mejoras” o, como mínimo, paliativos, actuaciones que sirven para reducir las
tensiones sociales, psicológicas o ecológicas que pueden entorpecer el
mantenimiento, funcionamiento y desarrollo de la sociedad tecnoindustrial. El
izquierdismo engrasa la maquinaria social, no la destruye.
Además, con sus propuestas,
activismo, grupos, entornos, estética, parafernalia, ideología, etc.,
aparentemente críticos, combativos, rebeldes y radicales el izquierdismo ofrece
sustitutos artificiales, inocuos para la sociedad tecnoindustrial, de ciertas
tendencias y necesidades psicológicas humanas naturales incompatibles con el
mantenimiento y desarrollo del sistema tecnoindustrial (por ejemplo, sustituye
la sociabilidad natural humana, que exige, para poder ser plenamente
satisfecha, que los grupos sociales sean de pequeña escala -grupos en los
cuales todos sus miembros sean capaces de conocerse y relacionarse directamente
entre sí-, por la sensación de pertenencia a grandes organizaciones y/o a los
entornos y subgrupos izquierdistas). También reconduce y convierte en
inofensivos para el sistema ciertos impulsos y reacciones que, de expresarse de
forma espontánea, podrían ser dañinos o incluso destructivos para la estructura
y el funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial (por ejemplo, el activismo
izquierdista sirve para el desfogue de la hostilidad provocada por la
frustración crónica generada por el modo de vida tecnoindustrial, de modo que
ésta no dañe real y seriamente el funcionamiento y estructura del sistema). De
este modo, el izquierdismo con sus propuestas ofrece a los individuos la falsa
ilusión de que abrazándolo pueden actuar natural y libremente dentro la
sociedad tecnoindustrial, y con sus prácticas les ofrece la impresión, no menos
falsa, de estar rebelándose. Funciona, pues, también como válvula de escape
psicológica del sistema.
Asimismo, a causa de su
función como válvula de escape psicológica y de su aspecto, a menudo,
pseudocrítico y pseudorrevolucionario, el izquierdismo actúa como una trampa
que atrae a personas y grupos realmente críticos y potencialmente revolucionarios,
desactivándolos y transformándolos en izquierdistas a su vez. Los entornos y
corrientes izquierdistas se sirven de la sobresocialización[9]
políticamente correcta[10]
(tabúes y dogmas) para encerrar dentro de los esquemas ideológicos y
psicológicos izquierdistas las ideas, los valores, las motivaciones, los fines,
etc., naturales, originales y potencialmente revolucionarios de muchos de
aquellos que entablan contacto con ellos. Así, aquellos que de forma
independiente llegan a sentirse descontentos con lo que la sociedad
tecnoindustrial está haciendo con el mundo no artificial y con la naturaleza
humana, en su intento de contactar con otros individuos con inquietudes
semejantes, se aproximan a menudo a corrientes, entornos y grupos
izquierdistas, ya que éstos aparentan ser críticos. Muchos quedan inconsciente
y psicológicamente atrapados por esos entornos al establecer con ellos afinidades
y vínculos socioafectivos que anulan su capacidad de reacción y de crítica, y
acaban así, en mayor o menor medida, tácita o explícitamente, y de buen grado o
a regañadientes, abandonando o arrinconando sus propios valores y actitudes
originales y adoptando los valores, los dogmas, los tabúes, los discursos, las
teorías y la (sub)cultura izquierdistas.
Y también funciona en sentido
inverso: cuando surgen luchas, entornos, corrientes, teorías o iniciativas
críticas con la sociedad tecnoindustrial, en principio ajenas o poco afines al
izquierdismo, muchos izquierdistas (en especial los más radicales) suelen
sentirse atraídos por ellas, invaden esos entornos y luchas
críticos, originalmente ajenos al izquierdismo, y/o adoptan sus
discursos como propios adulterándolos para que se ajusten a las
teorías y a los valores básicos izquierdistas, dando como resultado la conversión
al izquierdismo de esas luchas o iniciativas inicialmente no izquierdistas,
y con ello su desactivación como luchas potencialmente revolucionarias.
El izquierdismo actúa, por
tanto, también como mecanismo de autodefensa del sistema al anular impulsos,
iniciativas y actitudes rebeldes, disfuncionales y potencialmente peligrosos
para la sociedad tecnoindustrial y aprovecharlos (a modo de “jiu-jitsu”
psicológico e ideológico) a favor de la sociedad industrial, integrándolos en
entornos y corrientes izquierdistas.
El izquierdismo
como causa y efecto de la alienación psicológica
El izquierdismo es fruto de
la alienación, de un estado de debilidad y enajenación psicológica, a menudo
causado por las condiciones de vida inherentes a la sociedad tecnoindustrial.
La tecnología moderna y el sistema social que ésta inevitablemente conlleva
niegan a los individuos la posibilidad de desarrollar y satisfacer plena y
autónomamente sus tendencias, capacidades y necesidades naturales, es decir, su
libertad, inhibiendo o pervirtiendo la expresión de su naturaleza. Les privan
totalmente de la posibilidad de ejercer control sobre las condiciones que
afectan a sus propias vidas y atentan contra su dignidad, al convertirlos en
seres desvalidos y completamente dependientes del sistema. Les obligan a vivir
en condiciones antinaturales para las que no están biológicamente preparados
(ruido, alta densidad poblacional, ritmo de vida acelerado, cambios rápidos en
el entorno, entornos hiperartificializados, etc.). Regulan y restringen su
comportamiento natural en muchos aspectos. Todo esto genera malestar
psicológico en muchos individuos (baja autoestima y sentimientos de
inferioridad, aburrimiento, frustración, depresión, ansiedad, enfado, vacío,
etc.). Y, con frecuencia, dicho malestar se expresa en forma de victimismo,
hedonismo, hostilidad, etc. Estos sentimientos y actitudes son habituales en la
sociedad tecnoindustrial y dan lugar a diversos comportamientos antinaturales.
El izquierdismo es uno de estos comportamientos. Sus valores fundamentales son
inspirados por los sentimientos de inferioridad y tras muchas de sus teorías,
discursos y actividades están la falta de confianza en uno mismo, la hostilidad
y el aburrimiento. Y, como el izquierdismo favorece en realidad el desarrollo
de la sociedad tecnoindustrial, actúa como un mecanismo de retroalimentación de
la alienación psicológica y, con ella, de sí mismo.[11]
Los valores e
ideas izquierdistas son opuestos a la realidad, a la razón y a la verdad
La mayoría de las teorías
izquierdistas son, en el fondo, lógica, empírica y filosóficamente absurdas. El
izquierdismo se basa en unas nociones del mundo, de la sociedad, de lo humano y
de lo natural que no se corresponden con la realidad. Los valores e ideas básicos
izquierdistas, así como algunos otros que suelen ir a menudo asociados al
izquierdismo, son, en el mejor de los casos, perversiones de valores y
tendencias naturales y correctos (por ejemplo, la solidaridad expandida es una
adulteración colectivista de la solidaridad natural entre individuos allegados)
y, en el peor, meros disparates basados en una lógica deficiente (el
relativismo, por ejemplo) y en la tergiversación de los hechos para ajustarlos
a la teoría, los fines y los valores izquierdistas (por ejemplo, la idea de que
los seres humanos prácticamente carecen de naturaleza y que son seres exclusiva
o principalmente culturales, sociales o históricos).
El izquierdismo es
contrario a la Naturaleza
El izquierdismo es una
amenaza para la autonomía de la Naturaleza salvaje, incluida la
verdadera libertad humana[12].
A pesar de que, a primera vista, al menos algunos de los fines izquierdistas
parecen loables y deseables (razón por la cual mucha gente los abraza y
defiende), en realidad la consecución de los fines izquierdistas supondría un
auténtico desastre en lo referente a la verdadera libertad humana y la
autonomía de la Naturaleza salvaje. Esto es así no sólo porque el izquierdismo
favorece, como ya hemos visto, el desarrollo del sistema tecnoindustrial, sino
también porque, al situar la igualdad, la solidaridad expandida y la defensa de
las víctimas por encima de cualquier otro valor, el izquierdismo descuida, o
incluso desprecia la autonomía de lo no artificial -porque, de hecho, ésta es
incompatible con esos valores básicos izquierdistas (la Naturaleza salvaje,
incluida la naturaleza humana, no es igualitaria, ni solidaria, ni compasiva,
salvo dentro de unos límites muy restringidos). Para tratar de poner en
práctica las utopías izquierdistas, sería necesario someter completamente tanto
a los seres humanos en particular como a la Naturaleza salvaje en general.
Conclusión:
[Este punto va especialmente
dirigido a todos aquellos que desearían poder hacer algo para tratar de acabar
realmente con el sistema tecnoindustrial pero, debido a que sienten un genuino
y justo rechazo por el izquierdismo, se muestran, acertadamente, muy suspicaces
respecto a la mayoría de las corrientes presuntamente críticas con la sociedad
industrial actual].
¿Cómo actuar con respecto al
izquierdismo?
- Criticarlo, desvelando
lo que realmente es: un engaño, una trampa, un mecanismo del propio sistema
para perpetuarse y crecer más fácil y eficientemente, un pobre sucedáneo de la
verdadera rebelión y una locura fruto de las condiciones antinaturales
inherentes a la vida moderna.
Sin embargo, la crítica al
izquierdismo no debe convertirse en un objetivo en sí. Sólo ha de ser un medio,
un requisito práctico, imprescindible hoy en día para tratar de lograr un fin
mucho más importante: eliminar el sistema tecnoindustrial y acabar con el
sometimiento de la Naturaleza salvaje - externa e interna a los seres humanos-
que éste inevitablemente conlleva.
- Evitar caer en la trampa. Intentar mantenerse
estrictamente separados del izquierdismo, de su influencia, de sus
entornos, de sus valores, teorías y discursos. Y viceversa, mantener alejado al
izquierdismo de sí; tratar de que los valores, ideas y discursos propios no
sean absorbidos, pervertidos y desactivados por el izquierdismo.[13]
- No avergonzarse de tener valores e ideas no izquierdistas; no dejar que las reacciones sobresocializadoras, los
dogmas y los tabúes izquierdistas políticamente correctos les influyan. Esto a
su vez ayudará a mantener alejados a los izquierdistas y a evitar así su
nefasta influencia.
[1] Versión actualizada en noviembre del 2017. © copyright 2007, Último Reducto.
[2] Quizá “izquierdismo” no sea
el término más adecuado para expresar el concepto al que Último Reducto se
quiere referir aquí. Todo el mundo tiene cierta noción intuitiva de lo que es
el “izquierdismo”, pero a menudo dichas nociones varían notablemente de unos
individuos a otros y pocos son capaces de explicar correcta y coherentemente
cuál es su idea de “izquierdismo”. Además, como en el manicomio (y no por mera
casualidad), en esto de las nociones intuitivas del izquierdismo, normalmente,
ni están todos los que son, ni son todos los que están (ciertas nociones o
definiciones incompletas, a menudo, no abarcan todas las formas de izquierdismo
realmente existentes -por ejemplo, consideran izquierdismo sólo el
marxismo-leninismo, o sólo el anarcosindicalismo, o sólo la subcultura
“antagonista”, etc.- y ciertas nociones o definiciones excesivamente vagas o
amplias podrían abarcar corrientes que en realidad no son realmente izquierdistas
-por ejemplo, ciertos islamismos-).
Todo esto complica la definición e interpretación del concepto al cual
Último Reducto se refiere con dicho término. Sin embargo, lo importante aquí es
tratar de expresar, aclarar y captar dicho concepto sin
perdernos en discutir cómo llamarlo. Que cada cual lo denomine como buenamente
quiera y pueda.
[3] La expresión “solidaridad expandida” hace referencia a
la solidaridad (es decir, apoyo, identificación, fraternidad, lealtad,
cooperación, etc.) más allá del grupo de referencia social natural (grupo de
allegados).
A pesar de que en la ideología de la sociedad tecnoindustrial (y, con
ella, en buena parte de los discursos izquierdistas) se tiende a promover, a
nivel teórico, una solidaridad expandida
indiscriminada (hacia todos los seres humanos, o incluso más allá), en la práctica, debido a las limitaciones
físicas impuestas por la Naturaleza en general, y a las limitaciones
psicológicas impuestas por la naturaleza humana en particular, la solidaridad
expandida no suele ser aplicada de forma indiscriminada, sino sólo respecto a
grupos humanos o entornos sociales restringidos.
[4] La sociedad tecnoindustrial debe ser
combatida, y no reformada, porque atenta inevitablemente contra la autonomía
del funcionamiento de los sistemas no artificiales, es decir, de la Naturaleza
salvaje, tanto externa como interna a los seres humanos. Para profundizar en este
asunto, véase por ejemplo, Theodore J. Kaczynski, La Sociedad Industrialy Su Futuro, Freedom Club, Isumatag, 2011.
[5] Esto no implica que los ecologismos que no sean
“sociales”, es decir, aquellos ecologismos que anteponen los problemas
ecológicos a los problemas sociales y se declaran ecocéntricos, no estén nunca
influenciados por las ideas y valores izquierdistas. De hecho, lamentablemente,
con demasiada frecuencia sucede lo contrario: su teoría, su discurso y sus
filas suelen estar también en muchos casos contaminados por el izquierdismo.
[6] Progreso: creencia en la bondad absoluta de
algún tipo de proceso de desarrollo.
[7] Si bien, en realidad, todas ellas defienden, de un
modo u otro, alguna forma de progreso, aunque sólo sea un progreso inmaterial,
moral, “espiritual”.
[8] El término “reformista”, en este texto, significa “que
promueve la reparación del sistema tecnoindustrial, no su eliminación”. El
término “revolucionario”, en este texto, sería su antónimo, es decir, se
refiere exclusivamente a aquel o
aquello que promueve la eliminación del sistema tecnoindustrial, no su
reparación.
[9] Sobresocialización: interiorización excesiva
por parte de los individuos de los valores de su entorno social, en gran
medida favorecida por éste, de modo que son incapaces de contravenirlos sin
sentir vergüenza o remordimientos. Afecta en mayor o menor medida a casi todas
las personas, pero en especial a aquellos individuos que son más susceptibles a
las influencias de su entorno social. Es un fenómeno habitual en la sociedad
tecnoindustrial actual (aunque no sólo en ella) y es especialmente abundante e
intenso en sus subsistemas izquierdistas. Tiene mucho que ver con la noción de
lo “políticamente correcto”, ya que es lo que permite que ésta se imponga.
[10] En realidad, la llamada “corrección política” se
refiere al conjunto de ideas y valores asumidos
como incontestables por la mayoría dentro de un grupo social humano en un contexto
histórico dado. En realidad, la corrección política es un fenómeno que se da en
cualquier entorno social y en cualquier época, y su contenido (las ideas
consideradas incontestables) puede ser, en principio, muy diverso. Sin embargo,
la expresión “corrección política” es usada en la actualidad casi
exclusivamente en referencia a ciertas ideas y valores supuestamente incontestables
claramente cercanos a los del izquierdismo y procedentes, en gran medida, de
él. En este texto, Último Reducto usa la expresión “corrección política” (y sus
derivadas) exclusivamente con este último sentido restringido.
[11] Esto es sólo una
aproximación general a la psicología del izquierdismo. Cabría hacer muchas
matizaciones al respecto. Como por ejemplo, que no siempre es la alienación
provocada por la vida moderna la causa de los rasgos psicológicos propios del
izquierdismo. Muchos izquierdistas sencillamente son psicológicamente débiles
por naturaleza.
[12] La verdadera libertad es la autonomía a la hora de
expresar y satisfacer las propias tendencias, necesidades y capacidades, es
decir, la propia naturaleza. No tiene nada que ver con la eliminación o evitación
de los límites naturales (concepto humanista de la libertad), ni con las
llamadas “libertades civiles” o derechos.
[13] A este respecto, no hay que
caer en la ingenuidad y superficialidad de creer que todo aquel que aparenta
rechazar el izquierdismo realmente no es izquierdista. No basta simplemente con
que use el término “izquierdismo” de forma despectiva. Muchos izquierdistas que
cumplen paradigmáticamente la definición de izquierdismo dada en este texto
(por ejemplo, muchos anarcosocialistas, autónomos, anticapitalistas,
insurreccionalistas, situacionistas, anarcoprimitivistas, marxistas, etc.)
suelen meterse a menudo con algo a lo que ellos llaman “izquierdismo”, dando a
entender que ellos mismos no se reconocen como lo que de hecho son: izquierdistas a
su vez. Para identificar a los izquierdistas hay que fijarse en cuáles son sus
valores básicos, sus ideales, sus objetivos, sus referentes y ascendentes
ideológicos, etc., y no sólo en si expresan explícita y aparentemente rechazo
por el “izquierdismo” en su discurso.