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domingo, 19 de noviembre de 2017

IZQUIERDISMO: Función de la pseudocrítica y la pseudorrevolución en la sociedad tecnoindustrial




IZQUIERDISMO:
Función de la pseudocrítica y la pseudorrevolución en la sociedad tecnoindustrial[1]
Definición:
Último Reducto entiende por “izquierdismo”[2] cualquier corriente o tendencia social que se fundamente en los siguientes valores: igualdad, solidaridad expandida[3] y compasión hacia grupos de presuntas víctimas (con estos u otros nombres: “justicia social”, “cooperación”, “fraternidad”, “amor universal”, “paz”, etc.).
En general, el concepto de izquierdismo incluye casi cualquier corriente aparentemente crítica que no trate realmente de combatir la sociedad moderna sino de “mejorarla”.[4] El izquierdismo, por lo general, no pretende acabar con la sociedad tecnoindustrial, sólo trata de que ésta cumpla los valores arriba señalados. Que sea (más) “justa”, (más) “igualitaria”, (más) “solidaria”, etc. Aunque también hay izquierdismos “radicales” que dicen pretender combatir el sistema (normalmente le añaden adjetivos como “capitalista”, “imperialista” o “patriarcal”), siempre lo hacen basándose en esos valores.
El izquierdismo incluye, en general, eso que normalmente se entiende por izquierda, pero no sólo eso. El concepto de “izquierda” suele ser (casi) sinónimo de socialismo (en casi todas sus versiones -incluidas las libertarias o anarquistas-), pero también hay “izquierdismos” no socialistas (por ejemplo, todas las corrientes e iniciativas humanitarias derivadas exclusivamente del liberalismo filosófico o de la filantropía cristiana -ciertas asociaciones de base, ciertas organizaciones caritativas, algunas misiones, etc.-). De hecho, al menos algunos de los valores e ideales fundamentales de la mayor parte de eso que hoy en día se suele llamar “derecha” son en el fondo los mismos que los de lo que se denomina “izquierda”.
El izquierdismo, en concreto, abarca todas las luchas e iniciativas, gubernamentales o no, por la igualdad y los derechos de presuntos “oprimidos” (“antipatriarcalismo” en general y feminismo en particular, “liberación” homosexual, antirracismo, solidaridad con los inmigrantes, ayuda a los pobres, iniciativas para la integración social de los marginados y excluidos, defensa de los trabajadores, de los parados, de los minusválidos, de los animales, etc.), a favor del desarrollo (“sostenible”, suelen añadir), de la justicia, de la paz, de las “libertades ” y los derechos y de la democracia en general (luchas por el reparto de la riqueza, corrientes favorables a la “normalización” de las drogas o a la “liberación sexual”, antimilitarismos, pacifismos, “ecologismos” sociales -aquellas corrientes que aun denominándose ecologistas se centran prioritariamente en asuntos meramente sociales anteponiéndolos a los problemas realmente ecológicos-[5] y ambientalismos -corrientes cuya función real es mantener el entorno lo suficientemente habitable para que la población pueda seguir cumpliendo óptimamente con las exigencias de la sociedad tecnoindustrial-, anticapitalismos, etc.). Abarca, pues, la práctica totalidad de eso que se llama “movimientos sociales”, “contestatarios”, “antagonistas”, “alternativos”, etc. así como la inmensa mayoría de las ONGs, además de cualquier iniciativa, oficial o no, basada en favorecer la igualdad, la solidaridad (expandida) y la defensa de presuntas víctimas (iniciativas que hoy en día abarcan buena parte de las actividades de los gobiernos e instituciones).
Se suele considerar que “progresismo” e “izquierdismo” son sinónimos, y ciertamente así suele ser normalmente, pero no siempre. Si la idea de progreso[6] que defiende un progresismo está basada en aumentar la igualdad, la solidaridad y la defensa de presuntas víctimas (que suele ser precisamente la noción de progreso de casi todos los progresismos actuales) dicho progresismo es izquierdismo. Pero no todo progresismo tiene esa idea humanitaria de progreso: el colonialismo decimonónico, por ejemplo, se basaba, para justificar sus desmanes, en otra idea de progreso mucho menos “delicada” y para nada compatible con el progresismo izquierdista.
Por otro lado, aunque el izquierdismo suele ser abiertamente progresista, hay también corrientes izquierdistas minoritarias presuntamente contrarias al progreso, es decir, supuestamente no progresistas.[7]
Hoy en día, y desde hace ya décadas, la ideología dominante en la sociedad tecnoindustrial es izquierdista. Las instituciones y los medios de comunicación de masas se basan en los valores fundamentales izquierdistas de igualdad, solidaridad (expandida) y victimismo, y los transmiten y ponen en práctica adoptando, apoyando y fomentando muchas de las propuestas que antaño defendían exclusivamente sectores minoritarios (los izquierdistas de aquella época). Basta con observar mínimamente la propaganda institucional, las noticias, las formas masivas de arte y entretenimiento, la publicidad, etc. para darse cuenta de ello. En consecuencia, la población en general ha asumido los valores izquierdistas de dicha propaganda, en mayor o menor grado.
Sin embargo, mucha gente está convencida de que dichos valores izquierdistas son no sólo minoritarios, sino contrarios a los de la sociedad moderna actual a la cual consideran insolidaria y promotora de la desigualdad. Esta propia creencia es a su vez parte fundamental del izquierdismo pues lo justifica y promueve.
Valoración:
El izquierdismo ayuda al sistema
La igualdad, la solidaridad con individuos y grupos no allegados y la ayuda a las presuntas víctimas y oprimidos son imprescindibles para evitar conflictos, tensiones y comportamientos antisociales contrarios al funcionamiento eficiente de la maquinaria social. Dichos valores son necesarios para mantener la cohesión del sistema tecnoindustrial y evitar su disgregación y desorganización. Al asumirlos como propios y promoverlos, el izquierdismo ayuda al sistema.
El izquierdismo se basa, por consiguiente, en valores que son esenciales para la sociedad tecnoindustrial. En consecuencia, lo que el izquierdismo pone en cuestión no es el sistema social en sí, sino sólo el que, según los izquierdistas, dicho sistema no cumpla suficientemente con dichos valores ni, por tanto, persiga suficientemente los fines que esos valores implican. Así pues, el efecto del izquierdismo nunca puede ser acabar con el sistema social, sino sólo “perfeccionarlo”, de modo que funcione más eficientemente. Por consiguiente, el izquierdismo es inevitablemente reformista y jamás es realmente revolucionario.[8] Cuando el izquierdismo no se reconoce a sí mismo como reformista y se presenta a sí mismo como “revolucionario” es pseudorrevolucionario (cosa habitual en las formas de izquierdismo más radicales).
En relación con lo anterior, el izquierdismo es un mecanismo de alarma, autorreparación, automantenimiento y autocatálisis del funcionamiento y desarrollo del propio sistema tecnoindustrial. Con sus críticas el izquierdismo actúa como mecanismo de alarma que señala los puntos flojos, las contradicciones, los límites, los fallos, etc. del sistema tecnoindustrial. Y con sus propuestas favorece la reparación y reajuste del sistema, promoviendo “mejoras” o, como mínimo, paliativos, actuaciones que sirven para reducir las tensiones sociales, psicológicas o ecológicas que pueden entorpecer el mantenimiento, funcionamiento y desarrollo de la sociedad tecnoindustrial. El izquierdismo engrasa la maquinaria social, no la destruye.
Además, con sus propuestas, activismo, grupos, entornos, estética, parafernalia, ideología, etc., aparentemente críticos, combativos, rebeldes y radicales el izquierdismo ofrece sustitutos artificiales, inocuos para la sociedad tecnoindustrial, de ciertas tendencias y necesidades psicológicas humanas naturales incompatibles con el mantenimiento y desarrollo del sistema tecnoindustrial (por ejemplo, sustituye la sociabilidad natural humana, que exige, para poder ser plenamente satisfecha, que los grupos sociales sean de pequeña escala -grupos en los cuales todos sus miembros sean capaces de conocerse y relacionarse directamente entre sí-, por la sensación de pertenencia a grandes organizaciones y/o a los entornos y subgrupos izquierdistas). También reconduce y convierte en inofensivos para el sistema ciertos impulsos y reacciones que, de expresarse de forma espontánea, podrían ser dañinos o incluso destructivos para la estructura y el funcionamiento de la sociedad tecnoindustrial (por ejemplo, el activismo izquierdista sirve para el desfogue de la hostilidad provocada por la frustración crónica generada por el modo de vida tecnoindustrial, de modo que ésta no dañe real y seriamente el funcionamiento y estructura del sistema). De este modo, el izquierdismo con sus propuestas ofrece a los individuos la falsa ilusión de que abrazándolo pueden actuar natural y libremente dentro la sociedad tecnoindustrial, y con sus prácticas les ofrece la impresión, no menos falsa, de estar rebelándose. Funciona, pues, también como válvula de escape psicológica del sistema.
Asimismo, a causa de su función como válvula de escape psicológica y de su aspecto, a menudo, pseudocrítico y pseudorrevolucionario, el izquierdismo actúa como una trampa que atrae a personas y grupos realmente críticos y potencialmente revolucionarios, desactivándolos y transformándolos en izquierdistas a su vez. Los entornos y corrientes izquierdistas se sirven de la sobresocialización[9] políticamente correcta[10] (tabúes y dogmas) para encerrar dentro de los esquemas ideológicos y psicológicos izquierdistas las ideas, los valores, las motivaciones, los fines, etc., naturales, originales y potencialmente revolucionarios de muchos de aquellos que entablan contacto con ellos. Así, aquellos que de forma independiente llegan a sentirse descontentos con lo que la sociedad tecnoindustrial está haciendo con el mundo no artificial y con la naturaleza humana, en su intento de contactar con otros individuos con inquietudes semejantes, se aproximan a menudo a corrientes, entornos y grupos izquierdistas, ya que éstos aparentan ser críticos. Muchos quedan inconsciente y psicológicamente atrapados por esos entornos al establecer con ellos afinidades y vínculos socioafectivos que anulan su capacidad de reacción y de crítica, y acaban así, en mayor o menor medida, tácita o explícitamente, y de buen grado o a regañadientes, abandonando o arrinconando sus propios valores y actitudes originales y adoptando los valores, los dogmas, los tabúes, los discursos, las teorías y la (sub)cultura izquierdistas.
Y también funciona en sentido inverso: cuando surgen luchas, entornos, corrientes, teorías o iniciativas críticas con la sociedad tecnoindustrial, en principio ajenas o poco afines al izquierdismo, muchos izquierdistas (en especial los más radicales) suelen sentirse atraídos por ellas, invaden esos entornos y luchas críticos, originalmente ajenos al izquierdismo, y/o adoptan sus discursos como propios adulterándolos para que se ajusten a las teorías y a los valores básicos izquierdistas, dando como resultado la conversión al izquierdismo de esas luchas o iniciativas inicialmente no izquierdistas, y con ello su desactivación como luchas potencialmente revolucionarias.
El izquierdismo actúa, por tanto, también como mecanismo de autodefensa del sistema al anular impulsos, iniciativas y actitudes rebeldes, disfuncionales y potencialmente peligrosos para la sociedad tecnoindustrial y aprovecharlos (a modo de “jiu-jitsu” psicológico e ideológico) a favor de la sociedad industrial, integrándolos en entornos y corrientes izquierdistas.
El izquierdismo como causa y efecto de la alienación psicológica
El izquierdismo es fruto de la alienación, de un estado de debilidad y enajenación psicológica, a menudo causado por las condiciones de vida inherentes a la sociedad tecnoindustrial. La tecnología moderna y el sistema social que ésta inevitablemente conlleva niegan a los individuos la posibilidad de desarrollar y satisfacer plena y autónomamente sus tendencias, capacidades y necesidades naturales, es decir, su libertad, inhibiendo o pervirtiendo la expresión de su naturaleza. Les privan totalmente de la posibilidad de ejercer control sobre las condiciones que afectan a sus propias vidas y atentan contra su dignidad, al convertirlos en seres desvalidos y completamente dependientes del sistema. Les obligan a vivir en condiciones antinaturales para las que no están biológicamente preparados (ruido, alta densidad poblacional, ritmo de vida acelerado, cambios rápidos en el entorno, entornos hiperartificializados, etc.). Regulan y restringen su comportamiento natural en muchos aspectos. Todo esto genera malestar psicológico en muchos individuos (baja autoestima y sentimientos de inferioridad, aburrimiento, frustración, depresión, ansiedad, enfado, vacío, etc.). Y, con frecuencia, dicho malestar se expresa en forma de victimismo, hedonismo, hostilidad, etc. Estos sentimientos y actitudes son habituales en la sociedad tecnoindustrial y dan lugar a diversos comportamientos antinaturales. El izquierdismo es uno de estos comportamientos. Sus valores fundamentales son inspirados por los sentimientos de inferioridad y tras muchas de sus teorías, discursos y actividades están la falta de confianza en uno mismo, la hostilidad y el aburrimiento. Y, como el izquierdismo favorece en realidad el desarrollo de la sociedad tecnoindustrial, actúa como un mecanismo de retroalimentación de la alienación psicológica y, con ella, de sí mismo.[11]
Los valores e ideas izquierdistas son opuestos a la realidad, a la razón y a la verdad
La mayoría de las teorías izquierdistas son, en el fondo, lógica, empírica y filosóficamente absurdas. El izquierdismo se basa en unas nociones del mundo, de la sociedad, de lo humano y de lo natural que no se corresponden con la realidad. Los valores e ideas básicos izquierdistas, así como algunos otros que suelen ir a menudo asociados al izquierdismo, son, en el mejor de los casos, perversiones de valores y tendencias naturales y correctos (por ejemplo, la solidaridad expandida es una adulteración colectivista de la solidaridad natural entre individuos allegados) y, en el peor, meros disparates basados en una lógica deficiente (el relativismo, por ejemplo) y en la tergiversación de los hechos para ajustarlos a la teoría, los fines y los valores izquierdistas (por ejemplo, la idea de que los seres humanos prácticamente carecen de naturaleza y que son seres exclusiva o principalmente culturales, sociales o históricos).
El izquierdismo es contrario a la Naturaleza
El izquierdismo es una amenaza para la autonomía de la Naturaleza salvaje, incluida la verdadera libertad humana[12]. A pesar de que, a primera vista, al menos algunos de los fines izquierdistas parecen loables y deseables (razón por la cual mucha gente los abraza y defiende), en realidad la consecución de los fines izquierdistas supondría un auténtico desastre en lo referente a la verdadera libertad humana y la autonomía de la Naturaleza salvaje. Esto es así no sólo porque el izquierdismo favorece, como ya hemos visto, el desarrollo del sistema tecnoindustrial, sino también porque, al situar la igualdad, la solidaridad expandida y la defensa de las víctimas por encima de cualquier otro valor, el izquierdismo descuida, o incluso desprecia la autonomía de lo no artificial -porque, de hecho, ésta es incompatible con esos valores básicos izquierdistas (la Naturaleza salvaje, incluida la naturaleza humana, no es igualitaria, ni solidaria, ni compasiva, salvo dentro de unos límites muy restringidos). Para tratar de poner en práctica las utopías izquierdistas, sería necesario someter completamente tanto a los seres humanos en particular como a la Naturaleza salvaje en general.
Conclusión:
[Este punto va especialmente dirigido a todos aquellos que desearían poder hacer algo para tratar de acabar realmente con el sistema tecnoindustrial pero, debido a que sienten un genuino y justo rechazo por el izquierdismo, se muestran, acertadamente, muy suspicaces respecto a la mayoría de las corrientes presuntamente críticas con la sociedad industrial actual].   
¿Cómo actuar con respecto al izquierdismo?
-  Criticarlo, desvelando lo que realmente es: un engaño, una trampa, un mecanismo del propio sistema para perpetuarse y crecer más fácil y eficientemente, un pobre sucedáneo de la verdadera rebelión y una locura fruto de las condiciones antinaturales inherentes a la vida moderna.
Sin embargo, la crítica al izquierdismo no debe convertirse en un objetivo en sí. Sólo ha de ser un medio, un requisito práctico, imprescindible hoy en día para tratar de lograr un fin mucho más importante: eliminar el sistema tecnoindustrial y acabar con el sometimiento de la Naturaleza salvaje - externa e interna a los seres humanos- que éste inevitablemente conlleva.       
-  Evitar caer en la trampa. Intentar mantenerse estrictamente separados del izquierdismo, de su influencia, de sus entornos, de sus valores, teorías y discursos. Y viceversa, mantener alejado al izquierdismo de sí; tratar de que los valores, ideas y discursos propios no sean absorbidos, pervertidos y desactivados por el izquierdismo.[13]
-  No avergonzarse de tener valores e ideas no izquierdistas; no dejar que las reacciones sobresocializadoras, los dogmas y los tabúes izquierdistas políticamente correctos les influyan. Esto a su vez ayudará a mantener alejados a los izquierdistas y a evitar así su nefasta influencia.

 



Último Reducto

Contacto: ultimo.reducto@hotmail.com



[1] Versión actualizada en noviembre del 2017. © copyright 2007, Último Reducto.
[2] Quizá “izquierdismo” no sea el término más adecuado para expresar el concepto al que Último Reducto se quiere referir aquí. Todo el mundo tiene cierta noción intuitiva de lo que es el “izquierdismo”, pero a menudo dichas nociones varían notablemente de unos individuos a otros y pocos son capaces de explicar correcta y coherentemente cuál es su idea de “izquierdismo”. Además, como en el manicomio (y no por mera casualidad), en esto de las nociones intuitivas del izquierdismo, normalmente, ni están todos los que son, ni son todos los que están (ciertas nociones o definiciones incompletas, a menudo, no abarcan todas las formas de izquierdismo realmente existentes -por ejemplo, consideran izquierdismo sólo el marxismo-leninismo, o sólo el anarcosindicalismo, o sólo la subcultura “antagonista”, etc.- y ciertas nociones o definiciones excesivamente vagas o amplias podrían abarcar corrientes que en realidad no son realmente izquierdistas -por ejemplo, ciertos islamismos-).
Todo esto complica la definición e interpretación del concepto al cual Último Reducto se refiere con dicho término. Sin embargo, lo importante aquí es tratar de expresar, aclarar y captar dicho concepto sin perdernos en discutir cómo llamarlo. Que cada cual lo denomine como buenamente quiera y pueda.
[3] La expresión “solidaridad expandida” hace referencia a la solidaridad (es decir, apoyo, identificación, fraternidad, lealtad, cooperación, etc.) más allá del grupo de referencia social natural (grupo de allegados).
A pesar de que en la ideología de la sociedad tecnoindustrial (y, con ella, en buena parte de los discursos izquierdistas) se tiende a promover, a nivel teórico, una solidaridad expandida indiscriminada (hacia todos los seres humanos, o incluso más allá), en la práctica, debido a las limitaciones físicas impuestas por la Naturaleza en general, y a las limitaciones psicológicas impuestas por la naturaleza humana en particular, la solidaridad expandida no suele ser aplicada de forma indiscriminada, sino sólo respecto a grupos humanos o entornos sociales restringidos.
[4] La sociedad tecnoindustrial debe ser combatida, y no reformada, porque atenta inevitablemente contra la autonomía del funcionamiento de los sistemas no artificiales, es decir, de la Naturaleza salvaje, tanto externa como interna a los seres humanos. Para profundizar en este asunto, véase por ejemplo, Theodore J. Kaczynski, La Sociedad Industrialy Su Futuro, Freedom Club, Isumatag, 2011.
[5] Esto no implica que los ecologismos que no sean “sociales”, es decir, aquellos ecologismos que anteponen los problemas ecológicos a los problemas sociales y se declaran ecocéntricos, no estén nunca influenciados por las ideas y valores izquierdistas. De hecho, lamentablemente, con demasiada frecuencia sucede lo contrario: su teoría, su discurso y sus filas suelen estar también en muchos casos contaminados por el izquierdismo.
[6] Progreso: creencia en la bondad absoluta de algún tipo de proceso de desarrollo.
[7] Si bien, en realidad, todas ellas defienden, de un modo u otro, alguna forma de progreso, aunque sólo sea un progreso inmaterial, moral, “espiritual”.
[8] El término “reformista”, en este texto, significa “que promueve la reparación del sistema tecnoindustrial, no su eliminación”. El término “revolucionario”, en este texto, sería su antónimo, es decir, se refiere exclusivamente a aquel o aquello que promueve la eliminación del sistema tecnoindustrial, no su reparación.
[9] Sobresocialización: interiorización excesiva por parte de los individuos de los valores de su entorno social, en gran medida favorecida por éste, de modo que son incapaces de contravenirlos sin sentir vergüenza o remordimientos. Afecta en mayor o menor medida a casi todas las personas, pero en especial a aquellos individuos que son más susceptibles a las influencias de su entorno social. Es un fenómeno habitual en la sociedad tecnoindustrial actual (aunque no sólo en ella) y es especialmente abundante e intenso en sus subsistemas izquierdistas. Tiene mucho que ver con la noción de lo “políticamente correcto”, ya que es lo que permite que ésta se imponga.
[10] En realidad, la llamada “corrección política” se refiere al conjunto de ideas y valores asumidos como incontestables por la mayoría dentro de un grupo social humano en un contexto histórico dado. En realidad, la corrección política es un fenómeno que se da en cualquier entorno social y en cualquier época, y su contenido (las ideas consideradas incontestables) puede ser, en principio, muy diverso. Sin embargo, la expresión “corrección política” es usada en la actualidad casi exclusivamente en referencia a ciertas ideas y valores supuestamente incontestables claramente cercanos a los del izquierdismo y procedentes, en gran medida, de él. En este texto, Último Reducto usa la expresión “corrección política” (y sus derivadas) exclusivamente con este último sentido restringido.
[11] Esto es sólo una aproximación general a la psicología del izquierdismo. Cabría hacer muchas matizaciones al respecto. Como por ejemplo, que no siempre es la alienación provocada por la vida moderna la causa de los rasgos psicológicos propios del izquierdismo. Muchos izquierdistas sencillamente son psicológicamente débiles por naturaleza.
[12] La verdadera libertad es la autonomía a la hora de expresar y satisfacer las propias tendencias, necesidades y capacidades, es decir, la propia naturaleza. No tiene nada que ver con la eliminación o evitación de los límites naturales (concepto humanista de la libertad), ni con las llamadas “libertades civiles” o derechos.
[13] A este respecto, no hay que caer en la ingenuidad y superficialidad de creer que todo aquel que aparenta rechazar el izquierdismo realmente no es izquierdista. No basta simplemente con que use el término “izquierdismo” de forma despectiva. Muchos izquierdistas que cumplen paradigmáticamente la definición de izquierdismo dada en este texto (por ejemplo, muchos anarcosocialistas, autónomos, anticapitalistas, insurreccionalistas, situacionistas, anarcoprimitivistas, marxistas, etc.) suelen meterse a menudo con algo a lo que ellos llaman “izquierdismo”, dando a entender que ellos mismos no se reconocen como lo que de hecho son: izquierdistas a su vez. Para identificar a los izquierdistas hay que fijarse en cuáles son sus valores básicos, sus ideales, sus objetivos, sus referentes y ascendentes ideológicos, etc., y no sólo en si expresan explícita y aparentemente rechazo por el “izquierdismo” en su discurso.